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CRÓNICA MONTERREY / PERFECTA

CRÓNICA MONTERREY / PERFECTA

Paco Tijerina

FICHA DEL FESTEJO
En noche de clima agradable y ante casi un lleno, se lidiaron toros de Marrón (1 y otro devuelto por despitorrarse al rematar en un burladero) y otro de Bernaldo de Quirós para rejones y seis de Santa Bárbara, de extraordinario juego, destacando 4° y 5° que fueron aplaudidos en el arrastre.El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza: dos orejas y palmas tras aviso.
Sebastián Castella: palmas y dos orejas.
Juan Antonio Adame: dos orejas y palmas.
Sergio Garza, que recibió la alternativa: palmas y oreja tras aviso.Al concluir el festejo los cuatro actuantes salieron a hombros.Sergio Garza recibió el doctorado con el toro “Alfarero”, marcado con el número 28 y con 450 kilos de peso.

Se brindó un minuto de aplausos al concluir el paseíllo en memoria del rejoneador regiomontano Evaristo Zambrano, fallecido el jueves.
Se despidió como banderillero el matador de toros Mauricio Flores, tras 30 años de ejercicio profesional.
Previo al festejo se develó una placa de homenaje al matador de toros regiomontano Joel Téllez “El Silverio”.

Fue una noche perfecta, llena de emociones en todos los tamaños y medidas, en la que los asistentes pudieron pasar de una faena “por nota” en la técnica y el sentimiento de Juan Antonio Adame, al oficio y capacidad lidiadora de Sebastián Castella que salió a pelear su sitio y la emotividad de un chaval, Sergio Garza, que al no dejarse ganar la pelea salió al ruedo a darlo todo sin importar el precio, además de una cátedra de toreo a caballo de Pablo Hermoso.

En buena medida el resultado fue posible gracias a la colaboración del encierro que se lidió. Los de Santa Bárbara, ganadería que está cumpliendo 30 años de existencia, fueron buenos todos, si acaso un pero hay que poner al 7° le faltó un puntito de transmisión. Abantos de salida y de alguna manera inciertos en el caballo y banderillas, todo era cuestión de que el biombo ordenara el tercio final para que, como por arte de magia, los bureles se transformaran aportando emoción, recorrido, humillación y fijeza.

La faena de la noche la cuajó Juan Antonio Adame a un toro bravo y noble al que le supo encontrar la distancia precisa para hacerle romper a bueno con su muleta. El trasteo del regiomontano tuvo estructura, inteligencia, capacidad, ritmo, hondura y emotividad. ¡Más no se puede pedir! Y como mató de un estoconazo hasta las cintas, el palco le concedió las dos orejas.

Al segundo de su lote le hizo falta un puntito de transmisión, porque metía bien la cabeza y tenía recorrido, pero no decía mucho; a pesar de ello Adame estuvo solvente, depejado de ideas y muy torero.

Sebastián Castella no tuvo de otra que salir a arrear en el quinto, pues ya Hermoso y Adame se le habían ido por delante cortando dos orejas cada uno y vaya que el torero galo mostró su mejor faceta de un torero que no se deja ganar las palmas en ninguna plaza al hilvanar una faena interesante desde el punto de vista técnico pero dotada además de una enorme expresividad que llegó al tendido. Mató de espadazo y fue merecedor también de dos apéndices.

Su faena al primero fue artística y de gran sabor, pero lamentablemente la malogró al fallar con los aceros.

Pablo Hermoso suma y sigue. Por el navarro no pasan los años y como el mejor de los vinos con el paso del tiempo se reinventa y acrecienta. Impecable en la doma, conocedor de los terrenos, hace del toreo a la jineta todo un espectáculo de principio a fin, sin tiempos muertos y cada uno de sus córceles muestra una faceta distinta, siempre sorprendiendo a un público extasiado que no se cansa de verle ni aplaudirle. Hay Pablo para rato…

Hubiésemos querido verle con el primero de su lote, un toro de Marrón que prometía muchísimo, de gran tranco y rítmico trote al que seguro le habría cuajado un faenón de antología desde sus cabalgaduras, pero lamentablemente el astado se despitorró al rematar un burladero y fue sustituido por un reserva de Bernaldo de Quirós que también fue bueno y con el que el Estellés desplegó toda su maestría siendo merecedor de los dos auriculares. Estuvo igual de bien con su segundo, pero falló con el rejón de muerte.

Grata sorpresa ofreció el toricantano que, presentando cartas credenciales y acallando bocas de los gatosos que nunca faltan, piso el ruedo como diciendo “Me llamo Sergio y me apellido Garza”. Con el del doctorado estuvo serio, solvente, demostrando que tiene con qué y que era mucho más que merecedor de convertirse en doctor en tauromaquia. El nuevo matador de Monterrey le aprovechó al máximo el extraordinario pitón derecho a su enemigo, pero se le fue por lo menos una oreja que ya tenía en la espuerta al fallar con la toledana.

Espoleado por el triunfo de sus tres alternantes, Garza se fue a la boca de riego para plantarse de hinojos y pegar tres largas cambiadas de pura ley y engolosinado por la fuerza de los olés llamó al morito para la cuarta pero le adelantó el viaje y pagó el noviciado, siendo empitonado de fea manera, quedando inconsciente para ser llevado a la enfermería en donde tras una revisión le permitieron regresar.

Ya antes, en el 7°, Sergio había recibido un susto al librarse por milímetros de una cornada cuando el toro que iba suelto lo arrolló en el tercio de varas prensándolo contra la barrera.

Garza salió de la enfermería en medio de la algarabía general luego de que su enemigo fue picado y aunque tanto Castella como Adame le recomendaban no banderillearlo, el chaval  no hizo caso y cuajó tres grandes pares, cuarteando, al violín y uno con las cortas al quiebro para hacer retumbar la Monumental Monterrey con el grito de “¡Torero, torero!” y eso que aún no tomaba la muleta.

Con la sarga el regiomontano siguió en el mismo tenor, entregado a más no poder, dispuesto a conseguir el triunfo sin importar el precio y así corrió la mano bien y sabroso por ambos pitones, imprimiendo variedad y buen gusto, ya despatarrado y cargando la suerte o bien muy vertical, sentado en los riñones y olvidándose por completo del cuerpo para disfrutar al máximo las buenas embestidas de su colaborador. Hubo tres achuchones más que hicieron que el público estuviese siempre al filo de sus asientos y de cada uno Garza volvió con más bríos. Mató de una entera que tardó en hacer efecto, escuchó un aviso y a pesar de ello el público exigió un trofeo para el diestro.

Noche perfecta, larga sí pues fueron cuatro horas de festejo, pero el resultado bien valió la pena.