“Las corridas de toros, a mi juicio, no divierten a nadie, sino que interesan y apasionan a muchos”
Antonio Machado
Lo vivido en el cierraplaza el pasado viernes en Monterrey nos ha recordado la grandeza del toreo, esa montaña rusa de emociones de pasar por la expectación, preocupación, miedo, pesadumbre, tranquilidad, cariño, agradecimiento y euforia le dan a nuestra fiesta una dimensión que se sentía perdida.
Insisto, se ha vendido tanto a la tauromaquia como arte que ahora la gente piensa que va a un museo y no a una corrida de toros, eso que vivimos nos recuerda que es mucho más que arte, es un concepto único, incomparable e incluso no se le pueden poner calificativos adicionales, pues en su nombre ya va implícito de que se trata, Brava, como la vida misma. Un reflejo efímero, un dejavú constante de las dificultades que hay que sortear y vivir por nuestro paso en este mundo, momentos de angustia y tranquilidad, sentimientos de fracaso y triunfo, pasar por el dolor y el alivio, todo eso ha provocado Sergio Garza en ese su segundo toro de la noche de su alternativa.
La gente que critica que haya salido a hombros con solo haber cortado una oreja bien merece retirarse de ver corridas de toros, buscar aplicar su “conocimiento” en otro espectáculo, pues esto, la Fiesta Brava, es de sentimientos, emociones y pasión.