Paco Tijerina
Víctimas de la humana condición de aferrarnos a dejar de pensar que somos finitos, es decir que un día dejaremos de existir, además del hecho agravado por el tiempo de no atender a conservar la historia que documentamos en fotografías, textos y demás, porque no lo hacemos ni con nuestra propia historia, no nos percatamos que cometemos un enorme pecado por omisión al permitir que materiales que poseemos se pierdan para siempre.
Pensamos que aquella enorme foto que captamos en los tiempos en que se requería película está a bien resguardo porque contamos con el negativo original, pero no es así. Los componentes químicos de la película tienen una vida y conforme transcurre el tiempo se van deteriorando hasta extinguirse.
Ni siquiera los modernos formatos digitales son seguros. Una falla en una memoria o disco puede hacer que se pierdan, por eso es recomendable conservar respaldos periódicos para evitar contingencias.
Tras 40 años como periodista, tarde, muy tarde, me percaté de la importancia de conservar la memoria fotográfica y fílmica de hechos personales y de otros compañeros, que son de mi interés.
El rescate que un día comenzó Edgar “Gary” Torres del archivo del enorme fotógrafo taurino Manuel Saucedo reimprimiendo sus negativos para compartirlos, primero en Regiodeporte y después en redes sociales y con amigos, me despertó del letargo. Me puse a pensar en la enorme cantidad de materiales que he tenido la oportunidad de ver y tener en mis manos, los archivos fotográficos de varios periódicos, las películas y cintas de video de televisoras, las de audio en emisoras de radio… el tiempo pasa y no perdona, los químicos con los que fueron hechos esos materiales siguen vivos.
Tiempo antes y tras su muerte, la familia del maestro Rafael Antillón me había obsequiado una buena parte de sus negativos. Luego de algunos reportajes y publicación de sus fotos en burladerodos.com decidieron que conservara sus materiales, pero los tenía en las mismas condiciones, es decir en película. Busqué durante largo tiempo una forma de convertirlos en archivos digitales, el esfuerzo no fue sencillo, hasta que di con el clavo.
Muchas veces por desconocimiento, otras que por error pensando que algún día podrán hacerlo, familiares de historiadores, fotógrafos, cineastas o simples aficionados, se niegan a compartir sus materiales, los guardan tan celosamente que no son conscientes del paso del tiempo y de los efectos que este tiene sobre los materiales.
El papel no es eterno, resiente los cambios de temperatura, la humedad, la luz del sol y el tiempo, sobre todo cuando se trata de impresiones económicas como lo son el periódico o los impresos publicitarios que no están en un formato de libro, que también se degenera conforme pasan los años.
Largos años dedicados a guardar materiales, sean estos fotográficos, fílmicos o impresos, tienen un valor es verdad, pero más allá de ello, creo que lo más reconfortante es que ese legado se difunda con el nombre de quienes lo han hecho posible.
Al intentar realizar una labor que resulta titánica sólo se pierde tiempo y se pone en riesgo un tesoro; sí, tienen los materiales, pero desconocen la historia detrás de cada archivo, de cada foto, de cada recorte, y así resulta casi imposible.
Lo realmente valioso es que la gente se entere de que un día tal persona tuvo la dedicación y empeño de conservar todo esto, que esta imagen fue captada por tal persona.
Nunca he intentado obtener un beneficio de los materiales recibidos, no pienso hacerlo. Sueño con poder hacer un libro que rinda tributo a los grandes fotógrafos, sueño también con construir en Internet una gran base de datos que preserve la historia taurina de Monterrey, abierta y sin restricciones, para que cualquiera la consulte.
Hoy al ver el efecto que causa el “padre tiempo” sobre los negativos fotográficos me deprimo al pensar que tuve acceso a grandes archivos y no fui capaz, por ignorancia y porque no tenía las herramientas necesarias, de conservar toda esa historia.
Estamos a tiempo, podemos hacerlo, desapeguémonos y pensemos no sólo en impulsar la Fiesta, sino también en darles el sitio de honor que merecen todas estas personas que han hecho posible el resguardar una parte de la historia.
Ojalá lo comprendan.