Paco Tijerina
Don José Tomás Román Martín, déjeme le platico que México no es sólo la música del mariachi y las canciones de José Alfredo que tanto le gustan.
México es más.
México le ha dado al mundo grandes autores musicales como el maestro Álvaro Carrillo quien compuso, entre muchas otras, “La Mentira”, que inicia diciendo: “Se te olvida…”
Y sí, parece que a usted se le olvidan algunas cosas y hoy da el lujo de imponer condiciones no sólo para la transmisión de televisión, sino hasta para la cobertura mediática de su actuación en la Plaza México el próximo 12 de diciembre.
Se le olvida que fue aquí en donde se hizo torero, se le olvida el apoyo e impulso que le dio Manolo Martínez cuando de la mano de Antonio Corbacho llegó a este país.
Se le olvida que un día la mano de un mexicano, sin poner condiciones o detenerse a pensar, taponó una herida lo que le salvó la vida, como la oportuna intervención de los médicos de Aguascalientes impidieron su inminente muerte.
A usted se le olvida que por sus venas corre sangre mexicana vía las transfusiones que le han hecho en sus percances graves en este país.
Sí, usted es figura y puede imponer condiciones, pero todo tiene un límite y usted lo ha rebasado, porque una cosa es cuidar su imagen y otra, muy distinta, es atentar contra la libertad de expresión.
Se le olvida matador, que es deber de todo ser humano el aprender de los errores de otros y hoy le voy a contar una historia que usted no conoce, pero que yo la viví. Debería aprender de la experiencia de Manolo Martínez, a quien usted sí trato y se benefició de su afición y amor por la Fiesta y quien muchos años después de haberlo hecho, un día lleno de vergüenza torera me confió que había cometido un error al haber sacado a las cámaras de TV de las plazas, no para él y su imagen, sino para la Fiesta y su difusión.
Usted y sus ilusos mercadotecnistas no están inventando el hilo negro, por el contrario, están matando la Fiesta.
Está usted a tiempo, recapacite, no se olvide que aquí nunca nadie le ha impuesto condición alguna, deje de abusar de su condición de figura, porque como dice el refrán: “tanto va el cántaro al agua, hasta que se termina quebrando”.