Paco Tijerina
¡Basta ya! ¡Déjense de pontificar y de decir baladronadas!
Leo con asombro los “sesudos” análisis en forma de crónica que unos chuflas hacen de la corrida del 5 de febrero en la Plaza México y no puedo menos que espantarme ante tanta insensatez.
Alguien publicó en Facebook: “El toreo no se ve, se siente” y debo darle la razón, porque ante los teóricos que se sienten “el Cossío”, está la verdad única de la plaza, de un público extasiado que sin prejuicios se deja llevar por la emoción del momento.
Las reglas, las técnicas, los cánones, salen sobrando cuando el torero en el ruedo consigue emocionar al tendido y eso, ayer, Enrique Ponce lo volvió a lograr ante dos astados de lidia diferente, con distintas ejecuciones y estructuras, entendiendo lo que cada astado le pedía, dándoles la lidia adecuada.
Pero no, aquí hay quienes piensan que “ser un aficionado chingón” es criticarlo todo y ya se excusan en el pico, en la distancia, en la altura, en el toro, en las formas, sin tomar en consideración lo único y más importante: el resultado, ese que no es otro que el olé estruendoso de una plaza.
“Es que son aficionados de ocasión”. Y me pregunto yo, ¿quiénes son los que llenan las plazas? Esos precisa y justamente, los aficionados de ocasión, los villamelones que no saben y no entienden, pero que a cambio de ideas preconcebidas y malinformados sienten lo que se plasma en el ruedo, como lo sintieron también con Pablo, con Sergio y con Calita.
Basta ya de estupideces y de criterios obtusos, basta ya de jeringar con lo mismo. Basta ya de no reconocer la capacidad técnica y estética de un MAESTRO, lo escribo con mayúsculas para que les quede claro a los bisoños que hoy en día le aplican el calificativo a cualquiera, MAESTRO, que por muchas temporadas ha tirado del carro, que triunfa aquí, allá y acullá, que le ha salido a todas las ganaderías y que le ha podido a todos los toros. ¿Por qué la terquedad de buscar restarle méritos o minimizar su capacidad?
El toreo es sentimiento y Ponce, les duela a muchos o no, lo consigue con su forma de torear. Las lecciones de tauromaquia se las pueden comer enteras o en pedazos, porque al final lo que cuenta son los resultados y quien ha quedado satisfecho con lo que ha visto en el ruedo mañana regresará al tendido, por mucho que los pontificadores lo minimicen.
Si no chanelan, búsquense una chambita.