Paco Tijerina
Y siempre termina ocurriendo lo mismo.
Y siempre se repite la misma historia.
Solo basta que alguien emprenda un esfuerzo personal por compartir sus conocimientos taurinos, reúna un grupo de personas y el asunto empiece a caminar, para que aparezca “alguien” que destruya el esfuerzo, se atraviese y pretenda, muy a la torera, agenciarse las ganancias “a la malagueña”.
Tengo años viendo el mismo deprimente espectáculo en Monterrey. No ha sido una, sino muchísimas las ocasiones en que la historia termina igual.
Y me ha tocado verlo en situaciones en las que ha existido la posibilidad de aportaciones económicas del Gobierno del Estado, del Municipio o de la Iniciativa Privada y cuando hay dinero de por medio, el asunto es mil veces peor.
Para empezar los “maestros” tendrían que entender que para compartir un conocimiento no basta con saber, sino que es necesario y fundamental el tener la capacidad de explicarlo y fomentar que los estudiantes razonen y comprendan lo que se les instruye. De otra manera no son maestros, sino “maistros”.
Lo más grave, lo más triste, lo preocupante, lo encabronante, es que lejos de ayudar a fomentar la afición y ver de cara al futuro, son los mismos profesionales del toreo y los mismos aficionados que dicen amar con pasión el arte, los que acaban por cargárselo y convertir en cenizas lo poco o nada que queda.
Ni defiendo ni ataco a nadie, porque igual de malos son “el pinto” y “el colorado” y en este tema no basta con haber hecho una carrera larga o corta, ser o no matador de toros o cualquier otra tontería. El grado de “maestro” lo da la “maestría” y, repito, la capacidad de enseñar, compartir, inculcar y transmitir no sólo cómo pegar un lance o un muletazo, sino aspectos como historia, cultura, tradición, fundamentos técnicos, ganadería, encastes, cruzas, comportamiento y cambios de lidia en el toro, escuelas, estilos, formas, desarrollo, orden, jerarquías pero, sobre todo y por encima de todo, respeto, orden disciplina y vivir decentemente sin joder al prójimo.