Paco Tijerina
Con frecuencia me sucede y a pesar de que es tanta no deja de sorprenderme.
Cada vez que escribo de temas que atañen a la urgente necesidad de defender la Fiesta y que lo hago en un tono serio y propositivo, buscando soluciones, lanzando iniciativas, la respuesta es la misma: una absoluta indiferencia.
Algunos “likes” en redes sociales, otros más que comparten, pero hasta ahí y hay que destacar que quienes lo hacen son aficionados, porque los profesionales del toro pareciera que ni se enteran. Son como avestruces que esconden la cabeza pensando que con ello resuelven el problema.
Su silencio lastima y ofende, porque se trata de su fuente de trabajo e ingresos y porque diese la impresión de que no toman en serio el momento crucial en que vivimos.
Lo sé y es cierto, no soy “monedita de oro pa’ caerle bien a todos”, como tampoco me siento el inventor del hilo negro o el agua tibia, pero en un desierto de propuestas para “hacer algo” considero que lo ideal sería el replicar los mensajes para abrir una sana discusión y mediante el diálogo enriquecer las propuestas.
Aunque duela aceptarlo, el principal problema es que a la Fiesta la matamos también nosotros.