Paco Tijerina
Comprensible.
Así es la preocupación que sienten los aficionados porque la temporada de novilladas en la Plaza México aún no inicia el coso se mantiene con sus puertas cerradas.
Y es que pensando en dar un ciclo continuado, resulta que de aquí al inicio de noviembre, cuando se supone arranca la Temporada Grande, apenas quedan diez domingos, pero resulta que el Reglamento marca que deben darse 12 festejos menores previos al serial de corridas.
Como no sea con algunos “jueves taurinos” no se ve la manera, aunque ya en alguna ocasión les permitieron iniciar las corridas dando novilladas en la misma semana para completar el compromiso.
El tema tiene, como todo en la vida, sus “asegunes”.
En las benditas redes sociales hay muchos que se quejan, gritan, despotrican y se rasgan las vestiduras pidiendo el arranque del serial novilleril, pero en realidad, ¿cuántos de ellos asisten a esos festejos?
Seamos honestos. La mayoría no va no por falta de dinero, sino por falta de afición, porque los nombres de los jóvenes no les llaman la atención o porque prefieren hacer otras cosas, de manera que si todos esos quejosos acudieran por lo menos a la mitad de los festejos menores de la temporada, “otro gallo cantaría”.
Terminamos en un círculo vicioso.
No van porque los novilleros no les interesan y los novilleros no interesan porque la gente no va.
Y ese “pequeño detalle” marca una enorme diferencia, porque antaño un triunfo en La México era la llave que te abría un montón de puertas en todo el país. Hoy puedes triunfar y seguir triunfando y nadie te llama, ni siquiera para saludarte.
Esta debería ser la piedra angular para la construcción de la Fiesta en el futuro y esto requiere de modificar muchas cosas.
Debemos empezar por comprender que las novilladas no son negocio (inmediato) para las empresas, sino una inversión de futuro buscando “una aguja en un pajar”. Pero también aceptar que de esa “aguja” depende nuestra Fiesta, por lo que debemos cargar con el peso de una corresponsabilidad que hoy no asumimos como afición.
Ante la falta de novilleros, hoy cualquiera torea en el coso de Insurgentes, no como antaño cuando para hacerlo debías tener un palmarés y “llenarle el ojo” a la empresa; y una vez que te anunciaban, salir a justificarte de verdad. Hoy tristemente ves a matadores a los que les vale “una pura y dos con sal” pegar un petardo ahí, porque sencillamente HEMOS DEMERITADO EL VALOR DE LA MÉXICO.
¿Qué propongo?
Que rompamos ese círculo vicioso y que juntos le devolvamos a la plaza más grande del mundo su brillo, lustre y valor, su peso específico.
¿Cuál es una entrada “normal” de novilladas en el ruedo capitalino? ¿Mil, dos mil personas?
¿Será difícil reunir a cinco mil aficionados que se comprometan a asistir a TODAS las novilladas? (Ojo, no a pagar una entrada a todas, sino a estar en la plaza) para ser los únicos y verdaderos jueces, los testigos de la historia y quienes tomen parte en esta cruzada.
Cinco mil con boletos a un precio especial. Cinco mil con amor, vocación y pasión por la Fiesta.
Cinco mil que apretarán a los novilleros y les harán ver si pasan o no la prueba de pisar esa arena.
Cinco mil que pueden ser la punta de lanza para cambiar el rumbo de la historia.
Cinco mil comprometidos con su afición y con lo que cotidianamente dicen defender en las redes sociales.
Ya basta de quejarnos y vociferar, ya basta de aventar culpas y buscar culpables, ya basta de salirse por peteneras y no asumir nuestra parte de responsabilidad.
Si los reunimos, me comprometo a pelear por este grupo ante la empresa por un trato preferencial con altura y dignidad, no como una limosna, sino como un proyecto serio de aceitar la maquinaria para que las cosas cambien.
Ustedes tienen la palabra.