Paco Tijerina
Ante el nuevo embate contra la Fiesta de toros en México al proponer un “reportero” su prohibición en la conferencia “mañanera” del Presidente López Obrador, es necesario plantear un esquema de defensa que le permita subsistir.
Seamos claros, si la Fiesta se ha mantenido no ha sido por la manera en que agrupaciones, colectivos e individuos han pretendido defenderla durante ataques anteriores. Sus esfuerzos, aunque loables, no han aportado en realidad gran cosa.
Han sido otras batallas, peleadas en otros terrenos, los que han mantenido a la Fiesta viva.
Sin embargo y con todo y que han rendido frutos, estas labores se han olvidado de atender un aspecto fundamental: la percepción en el imaginario colectivo, el conseguir la aprobación de la “opinión pública”.
Por principio es necesario entender que estamos ante “la madre de todas las batallas”, una lucha sin tregua ni cuartel que no admite improvisaciones y que no se puede pelear con buenos deseos.
No es un asunto de leyes y abogados, como tampoco lo es de eruditos o conocedores. No puede ser peleada esta ocasión con ocurrencias o la visión de lo que cada quien cree que debe hacerse.
Resulta prioritario comprender que la única manera de ganar esta pelea es mediante el uso de una estrategia coordinada en la que todos los sectores de la Fiesta, profesionales (empresarios, ganaderos, toreros, subalternos, mozos de plaza, prestadores de servicios, periodistas) junto con aficionados, actúen de manera conjunta bajo un mando único que lleve la batuta y se encargue de implementar todo un plan de acciones.
Se trata, valga la expresión, de un símil a una campaña política en donde la percepción es muchísimo más importante que la realidad.
Se trata de convencer a la mayor cantidad de mexicanos de los aspectos positivos de la Fiesta, de su importancia en la economía, la ecología, el turismo, la creación de fuentes de empleo, la derrama económica y muchos aspectos más.
Pero no es a escopetazos aislados como se conseguirá el objetivo. Se requiere de una campaña diseñada por profesionales de la comunicación y la propaganda política que coordine los esfuerzos de todo un equipo interdisciplinario de diversas ramas. Se requiere remover conciencias y movilizar votantes para que apoyen a la Fiesta el día de una posible consulta.
¿Parece difícil? Lo es, pero no imposible.
A lo largo de los años he sido testigo de la manera en que campañas presidenciales que parecían perdidas, revierten las tendencias del voto en unas semanas y terminan ganando la elección y todo gracias a la estrategia y la comunicación.
El reto, hoy, es vencer esa malhadada costumbre en la que “todo el mundo cree que sabe” y que con humildad, pero sobre todo con afición y un enorme amor por la Fiesta, cedamos el paso a verdaderos profesionales que nos ayuden a salir del atolladero.
Lo peor que podemos hacer es quedarnos cruzados de brazos, rumiar nuestra desgracia en las redes sociales y ver cómo la Fiesta se nos va por una coladera.