Por: Jorge Arturo Díaz Reyes.
Madrid 4 de junio.- No es por las orejas cortadas, ni por las puertas grandes, ni por los titulares laudatorios. Es por lo mucho que torea, por lo tanto que emociona y por el contraste que hace con sus alternantes. Quince días atrás con Ventura y hoy con Pablo. Leonardo Hernández es el nuevo amo del rejoneo. Madrid lo ha dicho esta tarde.
Dos lidias de fiesta y arrobo. Sobre el castaño “Amatista”, el tordo “Despacio” que quiebra parado, el saltador “Xarope”, el careto “Titán, que enceló al cuarto en dos vueltas al ruedo con los muñones pegados a su costado, el albino “Sol” que torea cara a cara, desafiante, divertido y el matador “Estoque”.
La ejecución de las suertes, la colocación de los hierros; rejones, banderillas largas y cortas, de poder a poder, de tercio a tercio. El temple la precisión en los embroques, en el vaciado de las suertes. Las lanzadas vistosas, los giros en la cara, los desplantes oportunos y respetuosos, las caricias al morrillo, el teléfono, el dominio, el frente contra frente. El cero mordiscos y menos en la hora suprema.
El pacense puso Las Ventas, con su público de rejones que ciertamente es otro, en trance. Hirió abajo y descabelló al tercero, y le dieron oreja. Y al quinto le pinchó dos veces antes de fulminarlo como un rayo con un fierrazo delanterito, y le dieron otra, negándole la segunda que el lleno de “No hay billetes” reclamaba iracundo. Cómo sería la cosa. Pero Don Javier Cano Seijo se contuvo al fin. De haber matado como Dios manda hubiese repetido el poker peludo de hace dos semanas.
La francesa Lea Vicens, discípula del maestro Ángel Peralta quien la contemplaba desde un palco de callejón bajo la barrera del nueve, confirmó. Lo hizo convincentemente. Fue la que mató mejor en la tarde, y toreó con pulcra corrección al bravo primero y con solvencia lidiadora la manso sexto. No le valió. Le pidieron duro al oreja de uno y más duro aun la segunda del otro. Pero no la quisieron dejar salir a hombros. ¿Misoginia? Haya sido lo que haya sido, ahí queda eso.
Con al algunos pitos se fue Pablo Hermoso, no solo por la pésima versión que presentó de la suerte suprema, sino por su que hacer previsible y ya poco conmovedor. Hoy parecía notársele aquel cierto hastío que dejan ver quienes lo han conseguido todo, todo y ya no pueden esperar más, que la adulación vacía de la cual también deben estar cansados. Su reinado ha sido muy largo, y los aspirantes al trono ya escalan las murallas del palacio. Hernández es el más amenazante. Lo ha reafirmado en esta tarde veraniega y feliz.
El despuntado encierro de Bohórquez, parejo, bien comido, y noble, hasta el manso sexto lo era. Se le pudieron haber cortado las doce orejas, el nirvana de la nueva afición.
Foto: Las-Ventas.com