Novillero que en su tiempo apuntaba fuerte, pero que como tantos otros por diversas circunstancias se quedó en el camino.
Para «El Chino» Ortiz el toreo era una forma de vida y así, en torero, vivió toda su existencia, cumpliendo anhelos, soñando ilusiones, comprometido con un sueño inalcanzable, pero que nunca murió.
Extraordinario aficionado, gran conocedor, era humano, sensible, solidario y el mejor de los amigos, amén de un extraordinario artista de la joyería.
Donde quiera que estés, mi «Chino» de oro, recibe un olé por todo lo que nos regalaste en este mundo.