Paco Tijerina
Tuvieron que pasar 15 corridas de la feria para ver por fin un toro bravo en el ruedo.
Llegó «Hebrea», herrado con el número 94 y con 527 kilos, de la ganadería de Jandilla y cambió la historia, y despertó del marasmo en que se encontraba a la afición, y le dio sentido a todo, y nos devolvió la ilusión.
La vuelta al ruedo a sus despojos fue un justo premio y seguro estará entre los mejores toros de la feria, pero hubiese (el hubiera no existe) sido genial que la colosal obra de arte que con él construyó el francés Sebastián Castella hubiese (otra vez el hubiera) sido acompañada con una salida por la Puerta Grande para remarcar su importancia.
Todo vuelve a su exacta dimensión cuando el toro se convierte en el eje rector de la cosas, cuando la bravura impone seriedad, respeto e importancia a lo que sucede.
Y eso fue lo que pasó hoy en Madrid.
Ni más, ni menos.