Paco Tijerina
Lejos de aceptar y entender que en la diversidad de opiniones se gana pues es posible escuchar y apreciar otros puntos de vista, pareciera que la Fiesta Brava en México va en retroceso y que la modernidad nos puede comunicar de manera más rápida y sencilla (que no siempre es lo mejor), pero también aporta un mucho de intolerancia y falta de respeto hacia los demás.
Y así lo que resultaría natural y hasta sano -toda la vida han existido los seguidores y los detractores, más y NECESARIAMENTE cuando se trata de una figura- hoy se torna en una descarnada batalla de insultos, agravios, improperios y descalificaciones.
Resulta triste observar la manera en que cuando se terminan los argumentos comienzan los insultos y ante una postura que no va acorde a sus ideas empieza el reclamo de “esos amargados que no se han pasado un pitón…”, como si la apreciación del arte y la técnica tuviese forzosamente que tener el aval de haber realizado una ejecución del mismo tipo (¿todos los que se sustentan en esto lo habrán hecho?). Visto así, carezco de cualquier derecho de decir que no me gusta la ejecución de algunas bandas modernas de tambora, porque aunque músico de escuela soy, nunca he ejecutado este tipo de melodías. ¡Estamos mal!
Tan tiene derecho de opinar quien considera que luego de sus actuaciones en Madrid Joselito Adame no ha dado el estirón definitivo y el tiempo sigue pasando, como quienes buscan en los detalles una “justificación” y los “por qués” de sus resultados, pero para soportar ambas posturas no se requiere de la descalificación.
Las figuras de verdad siempre han tenido “ístas” y “antis”, con la salvedad de que ambos grupos se daban cita en la plaza, unos para aplaudir y otros con el único fin de reventar a un torero. Hoy, aquí en México, ni unos ni otros van a la plaza, opinan en el Facebook, se dan golpes de pecho o lanzan dardos envenenados, pero hasta ahí.
El punto es que existe una clara tendencia a buscar culpables de lo que hoy nos sucede y se lanzan teorías y vuelve a empezar la discusión y unos dicen nombres de toreros y otros de empresarios, mientras otros más culpan a los ganaderos… y sigue la división.
Creo que lo ideal sería el dejar de buscar culpables y enderezar los barcos tratando de encontrar soluciones, pero para ello es necesario empezar por aceptar nuestras realidades y hacerlo con humildad y sobre todo con honestidad.
Voltear la vista atrás y tratan de hallar el momento en que nos extraviamos, saber cuándo y dónde perdimos la brújula debería ser la consigna grupal y aceptar puntos de vista, y discutir sin pelear y tratar de llegar a consensos sabiendo que existirán los necesarios disensos y acatar la decisión de las mayorías sin que estas avasallen a los menos y les brinden espacios.
Así, las empresas deberían empezar a cuestionarse el por qué en todos estos años no han sido capaces de construir a varias figuras del toreo, llevándoles y cuidándoles de la mano de buenos apoderados (que no simples administradores que están a la búsqueda de pesos y centavos en lo inmediato sin mirar más allá).
Igual los ganaderos, dejar de criar el “toro artista” y devolverle a los bureles esa necesaria sensación de peligro que ya poco se aprecia (en las ganaderías comerciales, por supuesto).
Y la crónica especializada, hacer un esfuerzo por extender una labor realmente didáctica que haga entender y comprender a los nuevos aficionados los secretos y entrañas de la lidia y que los públicos entiendan y acepten que no todo es el toreo en redondo y por bajo. Acabar, por piedad, con tanta improvisación y arribismo, con tantos “buenos deseos” que aunque en realidad lo son carecen del conocimiento técnico del toreo y también del periodismo.
Sería preciso el revisar a fondo el papel de las escuelas taurinas para que dejen de ser “maquiladoras” de toreros que lidian bajo guiones prestablecidos: cambiado por la espalda para iniciar en los medios, intentar derechazos o naturales y cuando se acerque el fin una de dos: o manoletinas o bernadinas y san se acabó”. Es cierto, ahí aprenderán el oficio, pero más que eso es necesario dotarles de actitud más que de aptitud.
Se hace necesario un acto de contrición de muchos profesionales, matadores, novilleros, aspirantes, subalternos, para hablarse ante el espejo con verdad y decidir si tienen o no lo necesario para convertirse en figuras.
Menos pretextos y más verdad, menos justificaciones y más realidades, pero insisto, para todo ello necesitamos obligadamente empezar por aceptar y aceptarnos, por entendernos y saber que pueden existir distintas maneras de ver las cosas, y repito, discutir sin pelear, con la única consigna de encontrar soluciones y no culpables.