Paco Tijerina
No es santo ni hace milagros, es un ser humano, casi normal, y digo casi porque es una figura del toreo y eso marca una enorme diferencia, porque con el simple conjuro de su nombre fue capaz de demostrar que la afición de Monterrey y su zona conurbada tienen hambre de toros, pero con carteles rematados, con verdaderas figuras.
La plaza de Cadereyta Jiménez se llenó para ver a Enrique Ponce, atestiguar la despedida de los ruedos de Hernán Ondarza y disfrutar del triunfo de Arturo Macías. Cinco toros de Arroyo Zarco (uno de regalo) y dos de Barralva, fueron la materia prima del festejo.
Ponce pudo con su primero, de la ganadería de Barralva, satisfacer la expectativa de quienes fueron a verlo. Estético, señorial y magistral, obsequió a la concurrencia con el temple y mando de su arte, la maestría de su toreo y la pureza de su ejecución. Todo en su lugar, todo en su momento, sin prisas ni aspavientos, dibujó con su muleta trazos que han quedado grabados en el albero del coso jimenense. Con una estocada desprendida refrendó su actuación y mereció una oreja.
Su segundo, también de Barralva, no dio opciones. Tras acometer con alegría al capote de Ponce, en el remate hizo un extraño y desarmó al valenciano; le pegaron fuerte los de aupa y el burel terminó parado y defendiéndose; la maestría del maestro de Chiva logró arrancarle algunas pinceladas de arte, pero todo quedó en eso, en simples chispazos.
Sabedor del compromiso, con vergüenza y dignidad torera, Enrique regaló uno de Arroyo Zarco, un astado justito de presencia que desde que salió de toriles hizo cosas extrañas y que al final no se dejó pegar un pase. La afición le agradeció su disposición y entrega.
Arturo Macías fue el triunfador del festejo gracias a una faena alegre y variada que le cuajó a su primero de Arroyo Zarco, un noble astado que tuvo bravura y calidad.
Se abrió de capa con dos largas cambiadas para luego ejecutar una zapopina combinada, porque hizo “el floreo” de capa de pie para luego hincar las rodillas en tierra y así pegar la chicuelina con la mitad del capote al hilo de los tableros, en una suerte que le salió pintada.
Variado con la capa, ejecutó una saltillera y después llevó al burel al caballo por tapatías, dejando a su enemigo en suerte con un vistoso recorte. En el quite ejecutó escalofriantes gaoneras.
Con la muleta Arturo combinó su electrizante toreo con larguísimos naturales y derechazos ejecutados con temple y gusto. En el inicio de hinojos estuvo valiente al aguantar enormidades para cuajar una arrucina de rodillas que extrajo con tirabuzón.
Las series se sucedían una a una y el ambiente iba en aumento, las notas de la Y”Pelea de Gallos” fueron el digno marco para una obra maestra y el de Aguascalientes cerró su actuación con un estoconazo hasta las cintas de soberbia colocación para, bajo el grito consagrador de “¡Torero, torero!”, ser premiado con las dos orejas que a la postre le permitieron salir a hombros.
Su segundo simplemente no caminó y fue todo lo contrario a su compañero de lote, huidizo, anduvo por todo el ruedo rehuyendo la pelea que Arturo le planteó de todas las formas posibles. Matarlo fue un crucigrama, lo que consiguió después de un aviso.
Hernán Ondarza se retiró de los ruedos luego de 30 años de alternativa y aunque no tuvo enemigos a modo, el esfuerzo de su actuación fue recompensado con el cariño del público que estuvo en todo momento con él.
Enfrentó a dos bureles de Arroyo Zarco que no fueron nada fáciles, el primero se vino arriba tras la puya y cortaba el viaje, venciéndose en ocasiones, hasta que en el momento del embroque de la estocada, que fue un portento porque el acero entró hasta las cintas, el pitón certero dio en el pecho del regiomontano que perdió el equilibrio y cayó a merced del toro que con celo fue tras la presa pegándole una severa golpiza; fueron tres las ocasiones en que a pesar de que le quitaban al toro de encima, este volvía sobre la presa para buscar herirle. Fue llevado a la enfermería en donde pudo reponerse y al salir escuchó una calurosa ovación.
Con el de la despedida, “Para Siempre”, herrado con el número 192, Ondarza volvió a buscar el triunfo de todas las formas posibles. Sin importar la golpiza recibida en su primero, se entregó con valor en el último astado de su vida profesional pero no había tela de dónde cortar, por lo que cerró su actuación con otro soberbio espadazo hasta la empuñadura para hacerse acreedor de un auricular.
Al final el público contento por el espectáculo salió toreando de la plaza.
FICHA DEL FESTEJO
Cadereyta Jiménez, Nuevo León
Domingo 19 de febrero de 2017
Toros de Arroyo Zarco (5, uno de regalo) y Barralva (2).
Hernán Ondarza, que se despidió de los ruedos, ovación con saludos y oreja.
Enrique Ponce, oreja, palmas y silencio en el de regalo.
Arturo Macías, dos orejas y ovación tras aviso.