Paco Tijerina
En tarde de intenso calor se lidiaron toros descastados y flojos de Golondrinas, a excepción del 5° que “medio” se dejó torear pero se apagó pronto.
Enrique Garza: palmas y ovación.
Uriel Moreno “El Zapata”: oreja y dos orejas.
Sergio Garza: leve petición y palmas.
Previo al festejo el aspirante a novillero Lázaro Rodríguez lidió un becerro siendo ovacionado.
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Quisiera recordar la corrida del 382° Aniversario de la fundación de Cadereyta Jiménez como una tarde de clamoroso triunfo, pero no puedo.
Y no puedo no porque la empresa de Espectáculos “San Felipe” haya fallado en algún detalle de la impecable organización o porque los toreros actuantes no hayan mostrado disposición o deseos, no, no es por eso.
No puedo porque para el toreo se requiere de materia prima y hoy los seis bureles de Golondrinas fueron en su conjunto malos, descastados, flojos y sin fondo; tuvieron sus detalles individuales, como el primero que tenía un peligro sordo que casi nadie notó, pero insisto y perdón por ello, los seis, incluido el quinto que medio de dejó al principio de la faena torear y tenía “algo qué decir”, terminaron huyendo a tablas, volteando contrario y desentendiéndose de la muleta.
Enrique Garza pechó en primer término con el más complicado del encierro, un toro que de salida saltó al callejón sembrando el pánico; poco qué decir con la capa y cumplió en varas.
Tras adornar el morrillo, el torero de la tierra intentó estructurar un trasteo pero aquello resultaba imposible porque el de Golondrinas le daba una embestida bien y luego le buscaba las zapatillas o se quedaba a mitad del muletazo. Solo la veteranía de Enrique lo hizo salvar la papeleta de manera decorosa, escuchando algunas palmas al final.
El cuarto se dejó hacer algunas cosas, tenía la intención de humillar al inicio de los muletazos pero salía siempre con la cabeza arriba y terminó como todos, desparramando la vista y buscando los tableros. Aún así Enrique buscó agradar al respetable y si no ha sido por el pinchazo inicial para luego cobrar una entera, seguro se lleva un auricular.
“El Zapata” estuvo en “El Zapata”.
Voluntarioso, bullidor y con todo un repertorio de efectos para gustar al tendido. En su primero de torear poco, muy poco, y no porque el tlaxcalteca no lo quisiera, sino porque no había tela de dónde cortar; tres pares de banderillas en un solo viaje, a la “trágala” y “caigan donde caigan” que le fueron aplaudidos por los neófitos, fueron el preámbulo de una faena sin nada qué decir, trazos sueltos, casi todos al hilo de la tablas, con un montón de adornos y eso sí, un espadazo entero, aunque caído, que le valió cortar una oreja.
Se llevó un único más o menos potable del encierro pero lo empezó toreando encorvado y a distancia, con molinetes de rodillas y adornos, dándole varias series con los mismos argumentos; cuando por fin quiso torearlo en serio el morito se había aburrido y se fue, como todos sus hermanos, a buscar el refugio de la tablas agarrándose a la arena y a este sí, hay que consignarlo, le puso un soberbio estoconazo con todas las de la ley que lo hizo salir de la suerte materialmente muerto, lo que provocó la algarabía del público y que el biombo le concediera las dos orejas.
Puso muchos, no sé cuántos, pares “monumentales”, en sus toros y cuando sus compañeros de cartel lo invitaron a cubrir el segundo tercio. Siendo el toreo una gama de variedad, ¿por qué siempre hacer lo mismo?
Al regiomontano Sergio Garza le ha venido bien el placearse en cosos del sur de la república. Se nota que ha aprendido a defenderse y a lidiar, ya no está tan a merced de los bureles como antes y poco a poco va comprendiendo y desentrañando los secretos de la lidia, pero aún falta camino por andar.
Derrochó, siempre y en todo momento, disposición, entusiasmo y ganas de agradar al público, pero cuando te enfrentas a “muebles” que no dicen nada y que para colmo mansean y huyen, es harto complicado encontrar la fórmula del éxito.
Lázaro Rodríguez, aspirante a novillero que abrió el festejo, mostró el verdor natural de quien empieza aunque por momentos dibujó trazos largos y de valía. Hay valor y aguante, ahora hay que seguir aprendiendo.
Quisiera decir que me ha quedado grabado en la retina y el corazón un muletazo, un momento, una serie, un detalle… pero no puedo y eso es una pena.