Por: Jorge Arturo Díaz Reyes.
Retorno histórico de David Mora a una plaza que le vio salir casi muerto hace dos años. Él y “Malagueño”, el toro de la feria, protagonizaron la faena de la feria y confirmaron los eternos valores de toreo.
Madrid 24 de mayo.- La plaza llena, volcada, total, echa un solo corazón y un solo grito aclamaba la presencia contundente del toreo. Todo, entre las siete y media y las siete y cincuenta de la nubosa tarde. Qué lindo, qué conmovedor ver, oír, sentir Las Ventas así.
Fueron veinte minutos donde la perfección técnica y el arrrobo estético dieron paso a los hondos significados, del toreo. Todo fue verdadero, intenso, bravo, valiente, significativo…
Y al final, cuando sonaron los clarines para el tercero, la piel erizada, los ojos húmedos y el corazón galopante me decían que ya no podría olvidar jamás lo que acababa de presenciar. Mientras en la cabeza me rondaba la frase romántica. No te rindas nunca, la vida te da revanchas.
El 20 de mayo del 2014 le vi salir de este mismo ruedo. Iba cargado, inconsciente, dejando un charco y un reguero de sangre hasta la enfermería. Hoy ha vuelto David Mora, y con su regreso ha agregado un capítulo glorioso a la leyenda de Las Ventas.
“Malagueño” era negro, morcillo, bragado, corto de manos, largo de tronco, armado para la guerra. Con casi seis años, los cumplía en septiembre, y 563 kilos. Un tío. Salió se paró y al primer cite se refrenó estudiando. Parecía que no, pero el capote del madrileño le convenció y embarcó en tres y media verónicas lentísimas de limpio trazo y encadenado son. Luego, peleó contra De Pedro y su cabalgadura yendo de largo y a galope a la segunda vara que tomó recrecido.
Roca Rey sembrado en los medios esperaba su quite. Lo atacó raudo: cuatro talaveranas, revolera, y gran ovación. David replica por gaoneras, revolera, brionesa y el toro arriba. No fue menos en el vibrante tercio de Calvo y Tejero.
Montera en mano el matador cruza la arena hacia la puerta de la enfermería y saca del callejón al Dr. Máximo García Padrós, a quien le debe la vida, y le brinda la faena. Cita desde los medios. El toro galopa y él aguanta lo último, hasta el embroque, sacando la muleta cuando no había sitio para vaciar la suerte, sufriendo una cogida de miedo. Nada. Venga, estatuarios en el tercio, natural, trinchera, natural, trinchera todo ligado, todo templado, todo mandado y todo aguantado. La ovación resonó hasta la sierra de Gredos. Tandas por uno y otro pitón, la verdad, el significado, la emoción eran el contenido de cada una. Los naturales a ralentí, ligados, las derechas en redondo, los remates con la mirada en el tendido. No sobro ni faltó nada.
La estocada en corto mató en la frontera de los medios. Las dos orejas y la vuelta para el bravo. Sin discrepancias. La eclosión. La música, las palmas, lo sombreros cayendo, el colombiano de Rafael Giraldo desde los bajos del enfiestado siete. La felicidad. La fe. El toreo, su ética, su estética, su sentimiento, viven. Los mercaderes y los moralistas hipócritas no han podido con él. Lo acababan de refrendar David, “Malagueño” y a pletórica plaza. Había que estar aquí para sentirlo. Esto no se puede juzgar por televisión, ni a través de esta pobre crónica. El milagro es presencial. Yo acabo de llegar, pero en el palco de prensa, los veteranos: Loperita, Zocato, Pepe Mata, Antonio Carreño… son unánimes; el toro y la faena de la feria. No importa. Eso es lo de menos. Lo de más fue lo que significó.
Parecía que el tiempo se hubiese detenido, que la tarde se hubiese congelado. Ni el sincero pundonor de Roca, ni la ortodoxia lidiadora de Urdiales, ni siquiera el intento vano del mismo Mora en emularse pudieron echar a andar el reloj. Ya todo estaba hecho, ya todo estaba dicho, ya todo estaba escrito. Abrazados con Mónica vimos la salida por la Puerta Grande y renovamos nuestros votos de aficionados.
Toros de Alcurrucén. Bien presentados y variados de hechuras. Excepcional el segundo -Malagueño, nº 1, negro chorreado en morcillo bragado meano axiblanco, de 563 kilos y nacido en septiembre de 2010-, que fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. De buena condición y exigente el encastado 1º. Más deslucidos 4º y 5º. DiegoUrdiales, silencio en ambos; David Mora, dos orejas y silencio; Roca Rey, ovación con saludos y silencio. Entrada: Lleno. Saludó Ángel Otero tras parear al 5º y destacó Pedro Calvo con el capote. Al término del paseíllo, el público -puesto en pie- obligó a saludar a David Mora prorrumpiendo en una memorable ovación.