Paco Tijerina
En tarde de clima agradable con ráfagas de viento que por momentos molestaron a los toreros y antes poco más de media entrada, se lidiaron ocho toros de Boquilla del Carmen, de excelente presentación y aceptable juego, destacando el 6°; también uno de regalo de Arroyo Zarco, bueno aunque de menor presencia, al que inexplicablemente el biombo ordenó se le premiara con el arrastre lento.
Sebastián Castella: palmas, palmas y dos orejas en el de regalo.
Juan Antonio Adame: Ovación con leve petición y dos orejas.
Sergio Flores: oreja y silencio tras aviso.
Ginés Marín: palmas y ovación.
Se desmonteró Gustavo Campos en dos ocasiones por su ejecución en banderillas y fueron aplaudidos los picadores Eduardo “Morucho” Noyola y Lalo Rivera.
Adame y Castella salieron a hombros.
“Para triunfar hay que asegundar” dice el viejo refrán y Juan Antonio Adame “El Bala” repitió la dosis y volvió a cuajar un toro, ahora de Boquilla del Carmen, en la Monumental Monterrey.
El regiomontano estructuró un trasteo pleno de emoción que caló hondo en los tendidos y en el que en base a técnica y dominio supo extraer lo mejor del cárdeno asaltillado de cuerna que se lidió en sexto turno, que no era nada fácil pues al salir de cada muletazo tendía a salir suelto, pero la muleta de Adame pudo más, primero lo retuvo y después le exigió para juntos construir una faena llena de inspiración que coronó con media estocada en todo lo alto, media que fue suficiente para que el toro doblara y así le fuesen concedidos los dos apéndices.
Su primero planteó dificultades, amén del viento que no dejaba acomodarse al torero. “Espión” por momentos, el astado pedía una mano firme y con todo y que Juan Antonio estuvo a la altura y le pudo sacar buenos muletazos, su labor fue poco comprendida por el cónclave, aunque eso sí, unificó criterios en el estoconazo que le recetó para solicitar la oreja; lamentablemente el puntillero levantó en dos ocasiones a la res, lo que provocó que el palco se lo negase.
Tras irse de vacío en su lote y por segunda ocasión espoleado en el orgullo por el torero de la tierra, el francés Sebastián Castella regaló un toro, este de Arroyo Zarco, que fue bueno a secas, justito de fuerza tomó un puyacito y lo pasaron con dos pares de banderillas. El galo tuvo que emplearse a fondo y sacó lo mejor del repertorio formando un lío al recrearse en los muletazos en redondo por bajo. Pronto el burel empezó a voltear contrario y buscar el refugio de los tableros hasta donde Castella lo persiguió para cerrar su labor con una buena estocada.
Sergio Flores tuvo una importante actuación en su primero. Con un toreo pinturero no exento de técnica y valor, el tlaxcalteca logró establecer un lazo con el público que le jaleó con fuerza los derechazos y naturales que conformaron su trasteo y que tuvieron intercalados adornos y vistosos remates. De una entera pasaportó a su enemigo y la autoridad le concedió un apéndice con el que dio la vuelta al ruedo.
Con su segundo estuvo solvente pero con pocas opciones ya que el de Boquilla del Carmen no le dio posibilidades y para colmo se puso pesado con la espada escuchando un aviso.
Aunque con enorme disposición, el español Ginés Marín no tuvo la suerte de su lado en su actuación en Monterrey y le correspondieron dos toros si bien como sus hermanos tenían nobleza, no eran la materia prima adecuada para realizar un toreo de profundidad y con posibilidades de alcanzar repercusión en el público. Con oficio, sacó adelante la papeleta escuchando palmas y ovación. Lo que sí, alguien debería decirle al joven torero hispano que es de pésimo gusto y muy mala educación el estar toreando al viento cuando sale a acompañar a sus alternantes al ruedo en las varas y banderillas, ahí tiene una función y una labor y no sale a “soltar los brazos”.