Paco Tijerina
20 de junio de 2021.- Monumental «Lorenzo Garza». Ante unas cuatro mil personas en tarde calurosa se lidiaron seis toros de Arroyo Zarco, bien presentados y de buen juego, destacando 1°, 2°, 4° y 5°, los tres primeros que recibieron palmas en el arrastre y el último que mereció el arrastre lento y en el que dio vuelta el ganadero.
Uriel Moreno «El Zapata»: oreja y dos orejas.
Diego Silveti: ovación con saludos y dos orejas.
Sergio Garza: ovación tras dos avisos y oreja.
Incidencias: Sergio Garza fue atendido en la enfermería tras la lidia de su 1° de un corte en la ceja y después de lidiar al 6° por una fractura de la 7ª costilla.
En la corrida se utilizaron las nuevas puyas conocidas como “adminículos”.
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Iba a escribir… que esta tarde, por fin, Diego Silveti me cayó la boca y ejecutó un toreo largo, templado, terso, pleno de sentimiento, con hondura y calidad en dos faenas majestuosas.
El hijo de “El Rey David” corroboró la teoría de que los toreros deben madurar como hombres y como toreros y por fin ha llegado a ese nivel en el que ha dejado de ejecutar faenas preconcebidas, siempre iguales, para darle a su toreo un nivel de excelencia y calidad, mismo que llega al tendido provocando un cúmulo de emociones.
Ceñidísimas las gaoneras del quite a su primero y escalofriantes las “saltilleras” al quinto. Con la muleta los dos trasteos fueron un concierto de bien torear por ambas manos, corriendo la mano de aquí hasta allá con un enorme temple y la mano baja, rematando con pases de pecho al hombrera contraria y adornándose con pases del desdén o las trepidantes bernadinas sin espada en su segundo.
No le cortó las orejas a su primero porque tardó en doblar, pero se desquitó en el quinto al que le tumbó los dos apéndices con los que dio la vuelta al ruedo acompañado del ganadero.
Eso es lo que iba a escribir…
Iba a escribir también que…
Se puede estar de acuerdo o no con el toreo de “El Zapata”, pero lo cierto es que su ejecución llega al tendido y provoca emoción.
Rapidillo y eléctrico posee recursos e inventiva que calan en el ánimo de los aficionados. Su toreo de muleta “a la mexicana”, con el brazo contrario en ángulo y la mano engarruñada, posee dimensión y hondura, elementos que convencen a todos y que logran arrancar el olé del graderío.
Espectacular con las banderillas hubo de pasar en falso en dos ocasiones en su primero que le ganaba el viaje y con habilidad armó un concierto de violinazos para salvar la papeleta. Con su segundo ejecutó un “tres en uno” por el que se dio una vuelta al ruedo.
Al final “El Zapata” da espectáculo y eso le gusta al público, que es lo más importante.
Eso iba a escribir…
Pero hoy tengo que cambiar la historia, porque ni Uriel ni Diego ocupan de trampas, triquiñuelas o ventajas, para sostener su sitio en la Fiesta. Y lo más grave es que el atentado a la verdad del toreo ocurrió sin que ellos tomasen parte.
Una cosa es ser figura del toreo e imponer condiciones, ganado o alternantes y otra, muy distinta, es manipular un sorteo y dejarle lo peor al tercer espada. Si “El Zapata” o Silveti no cortan una oreja no ocurre absolutamente nada, pero si Sergio Garza no la corta, el camino se le pone cuesta arriba para el regiomontano que si cortó una oreja fue por su valor y disposición, por su entrega sin consideraciones, con mucha más hombría y pundonor que sus alternantes.
Desde la conformación de los lotes la cosa pintaba mal, porque siendo el primero de Garza el más feo, lo natural hubiese sido echarlo con el más bonito… pero no fue así.
Un sorteo adelantado 20 minutos, a ciencia, paciencia y complacencia de una autoridad que ni siquiera se enteró que le vieron la cara de tarugo; los apoderados se pusieron de acuerdo, se repartieron los toros y al regiomontano le dejaron las sobras, en una pantomima en la que ya todos sabían qué toros les iban a tocar.
¿El resultado? ¡Obvio, gran triunfo para los dos primeros espadas y ruina para el novato!
Pero no contaban con la disposición, hombría y agallas de Sergio Garza que salió a jugarse la vida. Su primero era un manso de libro y estuvo ahí, buscándole todas las maneras posibles. El cierraplaza lo arrolló al momento de ejecutarle una larga cambiada en el centro del ruedo al salir de toriles que le fracturó una costilla y aún así tuvo los arrestos para quedarse en la arenas, banderillearlo y enjaretarle una faena que tal vez no tuvo maestría, pero que en cambio tuvo verdad, sobre todo en la estocada, lo que le valió escuchar el grito consagrador de “Torero, torero” cuando era llevado por las asistencias a la enfermería por no poder respirar y su cuadrilla diese la vuelta al ruedo con el apéndice concedido.
Eso iba a escribir pero no puedo, porque si algo le hace falta a la Fiesta en México es verdad y esa verdad tiene que partir en primera instancia de los profesionales.
Sergio Garza tiene hoy que plantearse si vale la pena tener como apoderado a quien al mismo tiempo comparte la misma labor con “El Zapata” y evidentemente antepone el interés de uno por encima del otro. Difícil decisión, sin duda, pero el precio que le piden pagar es demasiado alto en comparación con sus sueños e ideales.
De todo eso iba a escribir, pero…