Por: Paco Tijerina
(17 de abril de 2016).- La lidia de las reses de lidia no es una ciencia exacta; son tantos los factores que entran en juego y que deben conjugarse a la perfección para que ocurra el milagro de una faena grandiosa, que tal vez por ello la Fiesta entrañe tanta pasión.
Pueden en la planeación y el papel planearse todos los elementos: un buen encierro, buenos toreros, una plaza, una buena promoción y publicidad, un día con un sol esplendoroso, pero en un momento dado uno, varios o todos los elementos pueden fallar, de tal manera que el sobreponerse a la adversidad y aún así lograr entusiasmar a los espectadores, es ya una proeza.
Hoy en Monterrey hubo toros y toreros, pero una tendinitis que afecta el codo derecho de Pablo Hermoso de Mendoza y el viento que estuvo presente por rachas, no permitieron que se diese el triunfo grande.
Y aún así la gente salió contenta de la plaza.
Dos Adame, Juan y José, tuvieron que esforzarse al máximo para cautivar a la afición y es de justicia decir que ambos cumplieron con el cometido. José fue el triunfador al llevarse tres orejas mientras Juan se quedó con un auricular. Hermoso hizo rugir el coso, pero la espada le privó de cosechar apéndices.
El primero del lote de Joselito Adame fue el toro de la corrida. El de Los Encinos tenía clase, transmisión y calidad, pero el viento hacía imposible que el hidrocálido pudiese controlar su muleta que por momentos parecía bandera y así hubo enganchones en un riñonudo trasteo aunque también hubo buenos pasajes por ambas manos que fueron rematados con una estocada recibiendo que mató sin puntilla al burel, para hacerse acreedor a las dos orejas.
Su segundo, el cierraplaza, nos hizo albergar esperanzas de salida, pero ya en el tercio final se apagó prontito por lo que Joselito tuvo que echar mano de los recursos y metiéndose entre los pitones le extrajo pases para matar de pinchazo y estocada siendo premiado con una oreja.
Juan Antonio Adame llegó dispuesto a darlo todo y nada más de saludo se fue a la boca de riego para saludar a su primero con una larga cambiada de hinojos. Lucido en capote y banderillas, con la muleta le enjaretó pases a su enemigo de excelente manufactura, corriendo la mano y llevándole muy largo y templado. Mató de estoconazo para ser premiado con un apéndice.
Su segundo, que era un dije, conjuntó toda la sosería del planeta y aunque pasaba no terminaba por transmitir absolutamente nada; Juan Antonio porfió, insistió y machacó, pero era como sacar agua de una piedra. Se volcó sobre el morrillo en la suerte suprema y consiguió otro estoconazo, pero la petición de premio no alcanzó grandes cotas y el juez se abstuvo, por lo que sólo escuchó palmas.
Al rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza le correspondieron dos buenos toros. Su primero se lastimó una manita y con frecuencia la lesión hacia que se derrumbase en la arena, por lo que el caballista tuvo que emplearse para llevarlo muy templado en sus cabalgaduras, pero sin exigirle demasiado. Pablo se resintió de una lesión en el codo y pasó fatigas para pasaportarlo, escuchando un aviso.
El cuarto lo tuvo todo, motor, transmisión, calidad y Hermoso lo supo aprovechar consiguiendo las más fuertes ovaciones del festejo de parte de un público que le quiere y le admira; quiebros ajustados, toreo de mucha verdad siempre al estribo, rematando las suertes con adornos y piruetas o cuando le llevaba cosido a la grupa cambiando el viaje de sus corceles en un desplante de manejo y doma. De nuevo el rejón de muerte le jugó una mala pasada y todo quedó en una ovación.
Una tarde interesante en la que el público salió contento del coso.
FICHA DEL FESTEJO:
Ante casi un lleno se lidiaron toros de Los Encinos, resultando los cuatro primeros buenos, el quinto malo y el sexto regular por su escasa fuerza.
Pablo Hermoso de Mendoza: palmas tras aviso y palmas.
Juan Antonio Adame: oreja y palmas.
Joselito Adame: dos orejas y oreja.