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CRÓNICA MONTERREY / OFICIO

CRÓNICA MONTERREY / OFICIO

Paco Tijerina

En tarde de clima agradable con algunas ráfagas de viento y ante casi un lleno, se lidiaron dos toros para rejones de Montecristo, buenos, destacado el 2° que fue premiado con la vuelta al ruedo, y seis de Teófilo Gómez, nobles en su conjunto, dejándose torear, con matices de presentación y comportamiento.

Pablo Hermoso de Mendoza: ovación y dos orejas.
Sebastián Castella: ovación tras aviso y palmas.
Ernesto Javier “Calita”: vuelta y palmas.
Sergio Garza: palmas tras aviso y dos orejas.

En el festejo se despidió de los ruedos, tras 35 años de carrera, el picador regiomontano Ricardo “El Zurdo” Gaytán.

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El toreo, en sus diferentes interpretaciones, es una disciplina artística y como tal requiere fundamentalmente del oficio que se adquiere con la práctica; viene bien la academia de las escuelas taurinas, se aprende entrenando y ensayando el toreo en el campo, pero el nivel de verdad se abreva en la plaza, con el público y el toro, bajo la presión.

Además, es el toreo un platillo que requiere de tres ingredientes principales, a saber: valor, inteligencia y sentimiento (o dicho coloquialmente, huevos, sesos y corazón) y de la destreza de quien lo elabore depende el resultado; no puede faltar ninguno de los tres y no te puedes pasar con uno u otro porque se echa a perder el guiso.

Hoy Pablo Hermoso de Mendoza y Sebastián Castella hicieron gala del oficio que poseen; el primero triunfó al cortar dos orejas y el francés pudo haberlo hecho de no fallar con los aceros, cosas del destino.

El otro lado de la moneda lo presentaron Ernesto Javier “Calita” y Sergio Garza, que pusieron voluntad y deseos, valor y entrega, el primero dio una vuelta al ruedo y el segundo cortó dos apéndices al cierraplaza, pero en ambos casos fue la circunstancia de sus estocadas las que los salvaron de naufragar.

Lo de Pablo Hermoso es de locura. Su nivel de maestría es impresionante y su capacidad para continuar deleitando multitudes increíble. Y es que el navarro es una máquina que le puede a todos los toros y les encuentra en cualquier terreno del redondel. Con su primero estuvo sensacional a pesar de que el astado se apagó pronto y aún así le sacó partido, aunque le faltó empuje al burel en el último momento y no ayudó con el rejón de muerte, que si no…

Con su segundo Hermoso dejó ver su sitio de privilegio al ejecutar un recital de bien torear a caballo, perfecto en los rejones de castigo, con las banderillas se lució en quiebros, batidas, toreo de costado, piruetas y adornos; al momento en que clavó dos rosas e hizo “el teléfono” la plaza era un pandemónium y como mató bien, le concedieron las dos orejas.

Sebastián Castella dio una cátedra de conocimiento con su primero al estructurar una larguísima faena a su primero al que sobó y desengañó, haciéndolo romper a bueno, para cuajar muletazos de enorme exposición. Mató de pinchazo y estocada que tardó en hacer efecto, recibiendo un aviso. A pesar de la gran ovación que recogió al doblar el burel, extrañamente los aficionados no lo sacaron al tercio.

Al que hizo sexto le extrajo lo que traía y más, lo exprimió hasta donde fue materialmente posible y si aquello no tomó vuelo fue porque el toro no tenía mucho qué decir; a pesar de ello el galo estuvo decoroso escuchando palmas al concluir.

Sergio Garza salió demasiado presionado en su primero. De que el regiomontano tiene valor, no hay duda, pero hace falta aprender más, sobre todo de aspectos fundamentales de la lidia como el llevarla en orden y no caer en el sainete que se dio en este astado en el que en teoría debería haberse despedido Ricardo Gaytán “El Zurdo” que apenas pudo dar un “piquetito” y que después hubo de conformarse con ver cómo llevaban al burel al picador de la querencia, sin que la autoridad dijese nada. Con la muleta mucha voluntad pero pocos resultados, escuchando palmas tras aviso.

Con el cierraplaza Garza estuvo más asentado. Dos buenas largas y sentidas verónicas fueron el prólogo y tuvo un alto nivel con las banderillas al ejecutar un cuarteo, un par al violín y otro de cortas al quiebro pegado a tablas que le valieron una ovación. Con la muleta de nuevo vino el “bajón”, muletazos sueltos, enganchones a un toro noble y bueno que exigía distancia y altura justas, porque si le pedías de más se derrumbaba y si le aliviabas en demasía protestaba, así que Sergio echó mano del recurso para buscar eco en el graderío y como mató de un estoconazo el grito de “torero, torero” no se hizo esperar y el público obligó a Usía a conceder los dos apéndices.

Hay valor y corazón, pero hace falta aprender, sobre todo en encontrar la manera de proyectar lo que hace al tendido para no depender de los “efectos” o de una buena estocada y así potenciar su carrera.

Con más oficio, pero padeciendo los mismos problemas vimos a Ernesto Javier “Calita”. A su primero le hizo una faena a la que le faltó rotundidad y que coronó con una buena estocada por lo que el respetable pidió la concesión de una oreja. Extraño caso el de Monterrey en donde las orejas se piden con abucheos y silbidos y no con pañuelos como en todo el mundo.

Con su segundo buenas maneras pero pocos resultados. Diese la impresión que acostumbrados a lidiar otro tipo de ganaderías, cuando les sale un toro noble y repetidor la novatez de los bisoños diestros sale a flote y se extravían al no encontrar distancias o ser incapaces de estructurar un trasteo.

Una tarde interesante que deja mucho para la reflexión.