Paco Tijerina
Si realmente queremos cambiar las cosas empecemos por aceptar que atravesamos por una de las más graves crisis de la historia taurina en México y que, visto está, los profesionales se hacen los desentendidos y no quieren hablar del tema, ¿miedo? Tal vez.
Entendamos que no estamos tan mal como los antitaurinos nos quieren hacer aparecer. Hoy una persona me decía tajante: “en una encuesta sólo el ocho por ciento dijo estar a favor de las corridas de toros”, a lo que respondí: “lo que no necesariamente significa que el 92% restante está en contra” y con una sonrisa acotó: “Así es, porque los que están en contra de verdad son menos del ocho por ciento” y al resto le da exactamente igual.
Si tenemos que identificar un enemigo, tal vez el más fuerte, diría que es la apatía, la abulia, el desinterés y la falta de participación; por ellos es que los antitaurinos que son menos dan la impresión de que son más, porque son más activos o por lo menos dan la impresión de serlo.
Pero es justamente esa apatía y desunión la que ha permitido que empresas, toreros, apoderados, y ganaderos hagan su santa voluntad sin que nadie les reclame ni cuestione.
Y es que son tan pocos los toros que nos dan que aceptamos las migajas que nos ofrecen de carteles, con toreros que no interesan, en combinaciones estrambóticas que obedecen exclusivamente a intereses particulares en un interminable intercambio de barajitas –“te pongo a este torero aquí y tu me pones el mío allá; te compro una corrida para esta plaza y tu te llevas una mía a la otra”. ¿Y el interés del aficionado en dónde queda?
Hoy a la gente le da igual la procedencia del ganado y no repara en que siempre los mismos, petardo tras petardo, chicos y más chicos, no reciben sanción alguna, ni formal ni un castigo de quienes con su dinero sostienen el espectáculo.
Nos sirven migajas pero las cobran como si se tratase de un platillo “Cordon Bleu” y aún así nos resignamos porque es tanta la afición y el amor por el toro que aceptamos sumisos las condiciones que ellos imponen. Quienes se niegan a ser parte de eso se retiran con enfado y en silencio y no vuelven más.
A quienes se atreven a levantar la voz de inmediato les descalifican: “Chufla”, “chalado”, “amargado” y otras lindezas por el estilo; al menor cuestionamiento saltan y se justifican diciendo que “para ser buen aficionado hay que ir a la plaza”, pero lo hacen así porque primero “su interés” (que suene la registradora) y segundo, saben que en el tendido difícilmente nos organizamos, la masa va a divertirse y no entiende de trapío, edad o cánones, se deslumbran con desplantes y cambiados por la espalda y desdeñan el toreo bueno, se dejan llevar por garrazos y mantazos sin diferenciar a un “pega-pases” del buen toreo.
Hace 24 horas pregunté en Facebook: “Y bueno… ¿dejamos la Fiesta como está en México o empezamos a hacer algo de verdad?”.
Lo sucedido en Cinco Villas y antes con el veto a Cadereyta me ha puesto a pensar que ellos, los profesionales de la Fiesta, con todo su derecho se encuentran reunidos en agrupaciones para defender sus derechos, pero, ¿quién defiende el derecho del aficionado ante los usos y abusos del poder taurino?
Bajo la consigna de que “la unión hace la fuerza” la propuesta es eso, unir esfuerzos con un objetivo único: mejorar la fiesta; hacerle ver a las empresas y los monopolios que han fallado durante años y siguen fallando por lo que nos atrevemos a anticipar que de continuar así se cargarán NUESTRA fiesta en unos cuantos años y los responsables, los “empleados del señor” se retirarán con los bolsillos llenos sin remordimiento alguno, porque es claro que a ellos no les interesa la Fiesta, van por lo suyo y nada más.
La propuesta es que cada quien haga lo suyo, no que los aficionados hagamos empresa, sino que busquemos métodos, esquemas, sistemas y procedimientos que funcionen como cajas de resonancia, que hagamos valer nuestro derecho, que exijamos y que de cuando en vez, dentro de las normas y leyes, mostremos de manera pacífica y civilizada nuestra inconformidad.
La idea es que nos unamos en una sola voz, que formemos un gran grupo que tenga como plataforma de despegue las redes sociales, que haga entender a empresas, toreros, ganaderos, subalternos y demás involucrados, que no nos gusta lo que nos dan y que no estamos dispuestos a seguir tolerando sus abusos y engaños, que nos estamos organizando para evitar más tropelías y daño a NUESTRA FIESTA.
Propongo un verdadero movimiento a favor de la Fiesta Brava en México, no el remedo ese que montaron con dinero entre las mismas agrupaciones de profesionales y que a la fecha NO HA DADO UN SOLO RESULTADO POSITIVO.
Propongo que de una vez por todas nos empoderemos y que nos constituyamos en el núcleo de la Fiesta, en el eje sobre el cual gire todo y que sea nuestro interés la base de las cosas.
Propongo que subamos el listón, que empecemos a exigir, que dejemos de aceptar carteles ilógicos, que se promueva a los valores locales, que apoyemos la realización de novilladas y la búsqueda de nuevos valores.
Antes de descalificar ruego atenta y humildemente a quienes se sientan aludidos hacer un examen de conciencia para darse cuenta que han sido ellos, y sólo ellos, los que nos han colocado en esta situación.
Propongo que esta unión nacional tenga un cuerpo directivo colegiado en el que nadie sea más que nadie, pero que permita tener una cara y una voz, una representación que tenga una silla en las negociaciones a las que acuda con ideas y propuestas claras, consensuadas y valoradas.
Propongo que de una vez por todas hagamos algo y lo hagamos antes de que sea demasiado tarde.