Por: Paco Tijerina
A finales de la década de los 50’s del siglo pasado llegó a México, antecedido de una enorme fama, un jovencito español que en nuestra tierra se convirtió en todo un ídolo: Joselito.
Además de hacer películas, sus canciones eran un suceso y México entero las conocía y cantaba; una de ellas “Egoísmo”, ha sido desde mi niñez una de mis preferidas y hoy al recordarla tomo su título para ofrecer mi percepción de una historia.
A principios de los 90’s otro joven español, José Tomás, vino a México de la mano de Antonio Corbacho a torear de novillero con el apoyo del proyecto que en aquel entonces encabezaba Manolo Martínez; y toreó y toreó y toreó, hasta que se hizo matador de toros en la Plaza México.
José Tomás volvió a España y sus constantes triunfos le abrieron paso y le dieron una posición. En el 2000 junto con Joselito (el torero que no el pequeño cantante), anunciaron que no participarían en festejos televisados si no les pagaban derechos por reproducir su imagen y anunció que no hablaría más con la prensa.
Todo este recuerdo viene porque en la semana se publicó la carta que los periodistas deben firmar para poder acceder a grabar apenas secuencias de un máximo de tres minutos y exclusivamente con fines informativos de las actuaciones de José Tomás.
Como he sostenido desde hace muchos años, me parece que José Tomás se equivoca rotundamente y que su negativa es un acto de avaricia y egoísmo, pues piensa en él y sólo en él y no en la Fiesta que le ha dado todo.
Abro aquí un paréntesis para comentar las largas charlas que tuve sobre el tema con otro de los involucrados en esta historia, Manolo Martínez, quien al final aceptó que sacar a las cámaras de TV de las plazas fue uno de los peores errores, no para los toreros, pero sí para la Fiesta.
Y es que llegó a tanto la chiflazón de algunos personajes de la Fiesta que ya los subalternos, los ganaderos y hasta el leñador que alguna vez cortó el árbol de donde salió la madera que utilizaron para construir el ruedo de una plaza, querían exigir derechos de imagen.
Al estar fuera de la pantalla chica, se cerraron los amplios espacios que entonces se tenían con programas especializados, mesas de discusión y análisis, secciones completas en los noticieros y así, se pasó de ocupar una enorme cantidad de horas en la pantalla, a notas sueltas de cuando en vez y esos espacios fueron llenados por el futbol y otros deportes.
Y como en aquello de “Santo que no es visto no es adorado”, la fiesta brava fue perdiendo nuevos seguidores y adeptos.
Hoy, más que nunca antes, la Fiesta requiere de campañas de marketing para reposicionarse en el gusto de los públicos y fundamentalmente requiere de la televisión como arma de propaganda que acerque el espectáculo a las masas.
Es una mentira el argumento de que la televisión saca gente de las plazas, por contrario, los hace interesarse más y más y su presencia es la plataforma de un círculo virtuoso en el que a mayor presencia crecen los espacios y con esa exposición se alcanza a mayor cantidad de espectadores. De niño me tocó ver que a pesar de transmitirse en vivo una corrida desde la Plaza México, en Monterrey había dos plazas llenas a la misma hora.
Es verdad que con las tecnologías modernas algunas situaciones han cambiado, como el que cualquiera tiene la posibilidad de grabar y conservar cualquier cosa que se transmita, algo que antaño era poco menos que imposible, pero es mil veces preferible correr los riesgos a cerrarse por completo a la promoción.
Los toreros, los ganaderos, los subalternos, las empresas, deberían ser los primeros interesados en que la televisión se abriese a la Fiesta. La verdad me extraña que un profesional como mi amigo Israel Vicente, jefe de prensa de José Tomás, no sea capaz de explicarle esto a su torero, pero bueno, Israel es un empleado que se limita a obedecer órdenes y en el mismo camino del egoísmo piensa en él, después en él y después en la Fiesta.
Convertir a los toros en un espectáculo de moda es la misión y sólo será posible si Tomás y los otros toreros, junto con el resto de los actores de la Fiesta, se deshacen sus telarañas mentales y entienden que lejos de cobrar derechos se requiere de la promoción, una promoción que vale millones de pesos en beneficio de ellos mismos.
Ojalá que cuando lo entiendan no sea demasiado tarde.