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EL FUNDÓN / EL BOICOT DEL MIEDO

EL FUNDÓN / EL BOICOT DEL MIEDO

Paco Tijerina

En su reciente libro “Lorenzo Garza, el Ave de las Tempestades”, el Arquitecto Alejandro Arredondo evoca en su capítulo 14 una página gloriosa del toreo mexicano por su inmenso significado: el boicot contra los diestros aztecas que los toreros españoles les montaron a inicio de la década de los 30’s del siglo pasado.

Recordar el hecho puede ser de utilidad a las nuevas generaciones de aficionados para que noten las enormes diferencias entre lo que sucedía hace casi un siglo y lo que ocurre hoy. ¿O serán similitudes?

Dice Arredondo:

La situación y las circunstancias mundiales previas a la segunda guerra mundial desde luego que condicionaban muchas de las actividades políticas, económicas y sociales del primer tercio del Siglo XX.

A inicio de los años 30’s, antes de la Guerra Civil española, en plena segunda república y con la inestabilidad suscitada por la actividad de los diferentes partidos políticos y las diferentes facciones que dominaban la escena política española, conforme avanzaba la década la situación se volvía un tanto inestable. Los sindicatos y otras agrupaciones de diferente signo tomaban relevancia inusitada en cuanto a participación política.

En ese contexto en la actividad taurina española, poco a poco los toreros mexicanos se iban haciendo de cartel y ganando puestos en la temporada española, toreaban más corridas, lo mismo en Madrid que en las principales plazas españolas como son los casos de Armillita que había sumado 22 el año de 1932, el año 1933 ocupa el tercer lugar en el escalafón con 53 corridas; 63 el año 1934 en el segundo sitio por debajo de Domingo Ortega; en 1935 es el que más torea con 64 actuaciones igual que Manolo Bienvenida.

Lorenzo Garza toma su segunda alternativa en 1934 y en 1935 regresa a la península después de su consagración mexicana, torea en España 43 corridas. Ese mismo año “El Soldado” torea 29 corridas, Carnicerito 23 y Ricardo Torres 6, a estas cifras habría que agregar otros matadores y novilleros que estaban en actividad ese año, entre estos últimos estaban Eduardo Solórzano, El Vizcaíno, Julián Rodarte, Silverio Pérez.

Para marzo del año 1936 estaban colocados en España y listos para iniciar la temporada 24 toreros mexicanos. Aparta de la gran cantidad de contratos que tenían firmados los espadas mexicanos, se había retirado de los ruedos Vicente Barrera, situación que abría más posibilidades a los mexicanos, sobre todo a Armilla que tenía gran cantidad de contratos y esperaba entrar en muchos de los carteles para substituir al valenciano, igual situación para Garza y El Soldado que aparte de lo firmado también estaban contemplados en las substituciones en ligar de Barrera.

“La reacción de los españoles encabezados por Marcial Lalanda presidente de la Sociedad de Matadores, y Valencia II, que ocupaba otro puesto de importancia, fue impedir a toda costa la actuación de los mexicanos”.

“Aparentemente solo querían  los toreros hispanos que sus colegas mexicanos tuvieran su carta de trabajo, que las autoridades exigían a los trabajadores extranjeros. En una biografía de Marcial Lalanda escrita por su incondicional Celestino Espinosa “Capdevila” dice: “Las normas sociales del tiempo han puesto de moda la carta de trabajo que se exige a los extranjeros para laborar en España en sus respectivos oficios, y que expide el ministerio, previo informe de los jurados mixtos del ramo. A los mejicanos va a serles difícil obtener dicha carta, porque las Asociaciones de Matadores y Subalternos tienen un lógico contracto con el Jurado Mixto-Taurino, y en ese trámite de informe favorable está el tropiezo”.

Con esas acciones y como consecuencia de las mismas y aparta de que Fermin se quedó fuera del cartel de la corrida de la Beneficencia de Madrid donde estaba contratado, poco después Garza y El Soldado fueron suspendidos en Barcelona. Y así continuó el veto con otros espadas.

“El Embajador de México en España, don Manuel Pérez Treviño, tomó en sus manos el asunto tratándole de encontrar alguna solución, para lo cual se entrevistó con los ministros de Estado y del Trabajo de aquel país, fracasando totalmente en sus gestiones”.

“El escándalo llegó hasta las Cortes de España. La Presidencia de la entonces República Española, buscando una solución legal al enojoso caso, expidió un decreto sobre espectáculos públicos en el que se reglamentaba la actuación de los toreros extranjeros. A pesar de ello, los lidiaron españoles continuaron con su campaña contra todo diestro mexicano que intentase actuar en aquellos ruedos. Ello dio motivo a que las autoridades detuvieran y encarcelaran a once toreros españoles, acusador de “violación de contrato y de mofarse de la autoridad pública”. Entre ellos estaba Marcial Lalanda, uno de los principales promotores del referido movimiento.

Como dato interesante Garza se vio las caras con Lalanda en 9 ocasiones según las estadísticas en el propio libro de Lalanda: la primera en San Sebastián el 20 de agosto de 1933 con Manolo Bienvenida y Gallardo con ganado de Villa Marta. La segunda el 5 de septiembre de 1934 en la segunda alternativa de Garza en Aranjuez con Juan Belmonte como padrino y toros de Tres Palacio y el que debió ser el último enfrentamiento el 13 de octubre de 1935 en Madrid alternando con El Estudiante y reses de Terrones y La Cova. A como era el carácter de Garza y dada la acción injusta y traidora de ese torero que debió conocer muy bien y la de otros espadas lo han de ver puesto al rojo vivo y sobre todo que la acción provenía de la impotencia de los coletas españoles ante el embate triunfal de los mexicanos.

Queda claro que desde un principio se buscó echar de los cosos españoles a nuestro toreros. Los toreros peninsulares se salieron con la suya de echar de su país a nuestros toreros, pero nunca pensaron que estos saldrían ganando, pues de no haber existido el boicot, los hispanos que hubieran podido salir de la península hubieran invadido nuestras plazas donde seguramente hubieran actuado sin restricciones.

“Heridos en lo más hondo, pero siempre dignos, los diestros mexicanos abandonaron España en cuyos ruedos dejaban el recuerdo de su arte y su valor, que en muchas ocasiones aquellos nobles públicos premiaron con ovaciones, incluso vitoreando el nombre de México”.

Un paréntesis para aclarar el por qué del nombre de El Boicot del Miedo, esta denominación se la otorgó uno de los toreros más grandes e importantes de España y de la historia taurina, nada menos que Juan Belmonte; los comentarios salen sobrando.

Hasta aquí el texto de Arredondo. ¿Pudiésemos pensar que en nuestro tiempo un torero mexicano estuviese firmado para actuar en más de 50 corridas en una sola temporada? ¿Es posible imaginar que un total de 24 coletas aztecas estén contemplados para torear en cosos hispanos antes de iniciar la campaña?

Ahora bien, ¿cuántas tardes suman los toreros extranjeros en cosos de nuestro país en nuestro tiempo?

Al parecer las cosas no han cambiado mucho en un siglo y cuando pudieron cambiar, en la segunda parte del siglo pasado, los diestros españoles aplicaron la misma medida.

El que no tengamos figuras actualmente responde en buena medida, a las exigencias e imposiciones de quienes ocupan buena parte de los puestos en nuestras plazas. Con un poco más de visión estratégica de negocio, los empresarios mexicanos bien podrían hurgar hasta encontrar a nuevos ídolos propios, sin necesidad cada vez más patente de tener que traer a coletas extranjeros.