Paco Tijerina
Con el tiempo comprendes que no hay mucho nuevo bajo el sol.
Hoy que veía el sorteo para los carteles de la Feria de Otoño en Madrid, que no deja de ser una idea interesante del productor taurino Simón Casas, que tiene el único “pero” que deja de lado los méritos de los toreros pero que añade el plus del misterio, no puede evitar recordar un experimento parecido pero mucho más complejo que se vivió en Monterrey hace casi 50 años: “El Grupo de los 100”.
Marcos Garza, torero y después empresario, tuvo la genial idea de reunir a un grupo de cien personas que apoyaban a su empresa taurina que daría novilladas en la plaza de toros Guadalupe; los 100 cooperadores aportarían cada semana 100 pesos cada uno para reunir 10 mil pesos que, sumados al pago de las carnes, juntaban los 12 mil pesos que costaban cuatro novillos gordos en aquellos años.
A cambio de su aportación, los aficionados integrantes del grupo recibían boletos de entrada a las novilladas que podían vender para recuperar su inversión y tenían derecho de participar en una reunión semanal que se realizaba en la misma plaza para efectuar el sorteo de los participantes en el siguiente cartel y un pequeño convivio.
Los esquilmos y el resto de las entradas complementaban el pago del resto de los gastos. Obvio, Marcos no se hizo millonario con la idea, pero le dio un fuerte impulso a la Fiesta.
Eran novilladas de cuatro ejemplares y los triunfadores tenían el derecho de repetir, dejando sólo tres puestos libres. Los participantes se inscribieron con antelación para formar parte de los carteles a sabiendas de que no se lidiarían encierros chicos, sino que vendrían astados fuertes y con mucha leña.
Y aquello se convirtió en todo un fenómeno taurino y social que consiguió la adhesión y compromiso de los aficionados y que permitió descubrir a fulgurantes promesas como Enrique Fernández que de haber toreado muy poco becerras y criollos, en un solo festejo dejó ver sus cualidades innatas para convertirse en figura.
Aquellas novilladas eran todo un suceso, pero como todo tuvieron un final. Sin embargo queda el ejemplo de cómo se puede compaginar la empresa taurina con la participación social generando un movimiento de apoyo e impulso a la Fiesta.
Hoy al ver el sorteo de la Feria de Otoño en Las Ventas recordé al famoso “Grupo de los Cien” y caí en la conclusión de que revivir el experimento no sería tan difícil en nuestros días en cualquier lugar de México; no por el necesario recurso económico para dar festejos, sino por la dinámica de cohesión y participación.
¿Habrá valientes que puedan reunir a cien verdaderos aficionados dispuestos a poner cuatro mil pesos al mes para dar una temporada de novilladas?