Paco Tijerina
Parafraseando al Maestro Jacobo Zabludovsky en su prólogo de “Los machos de los toreros”, algo tienen las plazas de toros de universidad porque en unos minutos aprendes más de la vida y la muerte que en muchos años de travesía terrenal.
Y es que el toro cobra cualquier error, por mínimo que sea.
Última de feria para un experimentado fotógrafo como mi admirado Armando Landín Miranda que ha andado la legua y recorrido callejones, potreros y tentaderos como pocos en México. ¿Exceso de confianza?, ¿cansancio?, el perderle por un instante la cara al toro le costó un percance a quien, lo digo a los cuatro vientos, es todo un profesional que sabe ser y estar en un callejón.
Pasaron cosas extrañas. El toro que galopaba al hilo de las tablas saltó “enhilado” y en el salto le dio un pezuñazo en la cabeza a Landín, luego cayó y extrañamente en un mínimo espacio se retornó para alzarle del suelo, pegarle un puntazo en la axila, azotarlo contra el borde de cemento del filo de los palcos y en un momento dado provocarle una fractura expuesta de tibia y peroné.
Unos cuantos segundos bastaron para provocar todos estos daños.
Fue un instante, un descuido, pero el toro no perdonó.
No es el primer compañero serio y profesional que sufre un percance así en un callejón.
Hace años en la Monumental Monterrey mientras se desarrollaba la lidia de un novillo, otro escapó de los toriles y recorrió el callejón; a pesar de los gritos y el bullicio el maestro Rafael Antillón no se percató del hecho y el astado lo arrolló cuando el fotógrafo tenía la vista puesta en el ruedo.
No he podido encontrar el dato, pero me cuentan que a raíz de las tres cornadas recibidas por el señor Castillo en Monterrey, dueño dicen de aquel establecimiento denominado “La Casita del Aficionado” ubicado en la Calzada Madero y en donde vendían artículos fotográficos, falleció días después del percance.
Y ni siquiera en un burladero interior estás seguro contra lo que muchos piensan.
En la plaza de toros de Reynosa una tarde un toro saltó al callejón y cayó encima del añorado Guillermo Escobar y el matador Raúl García que se encontraba a su vera. Por fortuna no pasó del susto y los golpes. Igual le sucedió a Gonzalo Martínez en la Plaza México hace poco tiempo…
Muchos van al callejón para sentirse importantes y dejarse ver. Para tomarse fotos con los toreros y la mayor parte del tiempo están en todo, menos pendientes de lo que hace el toro y la consigna es clara: nunca le pierdas la cara. Me pregunto ¿por qué carambas a esos Dios les cubre con su manto protector y nunca les pasa nada?
No lo he hablado con él. Hace un momento volvió a entrar a cirugía para componer los daños en su pierna derecha, pero por alguna extraña causa Landín contra su costumbre no estaba resguardado en un burladero.
Por ello seguiremos insistiendo, una y otra y otra vez: hay que expulsar del callejón a los improvisados del periodismo y la fotografía taurina, hay que tener un respeto mínimo para estar en ese sitio y no sólo eso, sino conocimientos reales de qué hacer y cómo reaccionar en un momento dado, porque un error puede costar la vida propia o la de alguna persona en nuestro alrededor.
La foto que acompaña el texto es de Lizy García y me fue compartida de redes sociales.