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EL FUNDÓN / ESTOCOLMO

EL FUNDÓN / ESTOCOLMO

Paco Tijerina

A lo largo de muchos años he venido sosteniendo que si deseamos que la Fiesta en México recupere la grandeza y brillo de antaño, hay que ponerle sólo una cosa: verdad.

Verdad en el ganadero que no vende novillos por toros; verdad en el criador de reses bravas que cuida el nombre de su ganadería y prestigio y sólo envía a las plazas lo mejor de sus dehesas, además de ser fiel vigilante de su integridad.

Verdad en las empresas que, cuidando su negocio, confeccionan carteles en base al gusto de los públicos y no a presiones de apoderados o figurines; que no se someten a las órdenes de nadie para adquirir un encierro y que bajo el mismo tenor de respeto al que paga un boleto compra y lidia toros y no novillos para sus corridas.

Verdad en los toreros, que exijan toros y se nieguen a matar cualquier becerro que les echen por toriles.

Verdad en los jueces de plaza que deben entender, de una vez por todas, que su papel es defender al aficionado y a la Fiesta, por lo que no son empleados de la empresa, ni amigos de los toreros.

Verdad en la afición que debe exigir porque paga un boleto; verdad en la crónica que debe dejar de ser publicista para defender la integridad y valor del toreo; verdad en todo, verdad en todos.

A raíz de que esta semana una “pseudo empresa” anunció sin pudor ni recato públicamente que cobraría 25 mil pesos por colocar a cada novillero se desató una ola de publicaciones; triste y preocupante que la mayoría de los comentarios en redes sociales eran ni a favor, ni en contra, sino de un conformismo absoluto: “así ha sido siempre”.

Preocupante el que la afición de nuestro país sea víctima del “Síndrome de Estocolmo”, esa afectación que se define como “un fenómeno paradójico en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su captor como respuesta al trauma del cautiverio, lo cual ha sido observado en diferentes casos, tales como secuestro, esclavitud, abuso sexual, violencia de pareja, miembros de cultos, actos terroristas…”.

Porque a juzgar por muchas de las respuestas leídas en comentarios, ahora hay que darles hasta las gracias y casi ponerles un monumento a los vivales que organizan festejos sin exponer nada y la mayor parte del tiempo con alguna pingüe ganancia para sus bolsillos a costa de los sueños de los chavales.

¿Que han existido siempre? Eso es cierto, pero no por ello es lo correcto, ni lo debido. Porque estos rufianes no invitan a los aspirantes a hacer empresa en conjunto, sino que ganan por todas partes y montan festejos como un negocio personal donde todo lo que quede es para ellos.

“Si no es así ya no habrá quién dé festejos”, afirman y eso no es verdad, porque esos mismos que hoy tienen que pagar bien podrían organizarse en conjunto para montar un festejo y a jugársela en la taquilla y en el ruedo.

Hace muchos años se formó en Monterrey “El Grupo de los 100”, un puñado de aficionados que aportaban una cantidad económica para organizar novilladas; a cambio de su dinero no tenían derecho más que a un convivio semanal en el que se realizaba el sorteo para conocer a los participantes del siguiente domingo y a un boleto para el festejo y así dieron un montón de novilladas. ¿No será posible replicar el experimento?

¿No será posible que taurinos honrados les arrebaten a los ladrones la organización de festejos en muchos pueblos a los que llegan ofreciendo un espectáculo a las autoridades “a beneficio del DIF” y al final les dan “gato por liebre”? Con cuentas claras y sin engaños el esquema funciona y si se denuncia a los corruptos y se promueve a los honestos, esas empresas podrían multiplicarse.

Dejemos de estar postrados agradeciendo a las empresas las migajas que nos ofrecen y alabando a los pillos por robar el dinero y sueños de los que quieren ser toreros.