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EL FUNDÓN / HAMBRE

EL FUNDÓN / HAMBRE

Paco Tijerina

Cuando se tiene hambre, una tortilla con chile o sin él, nada más con sal, sabe a un manjar.

Cuando no se ha conocido la delicia de la cocina gourmet, hasta unas enchiladas suelen confundirse con un suculento platillo realizado por un chef egresado de “Le Cordon Bleu”.

Cuando la sed es tanta y la falta de líquidos afecta los sentidos, un chorrito de agua sabe a gloria.

Tal vez eso es lo que ocurre en Monterrey, donde la “entretención” de algunos es discutir nimiedades y tonterías, donde la masa de aficionados permanece callada y distante y donde la carencia de oficio, experiencia, conocimiento y documentación de muchos “periodistas”, pretende convertir la buena actuación de una persona en un ruedo en una faena para los anales de la historia.

Sí, es cierto, “a falta de pan, buenas son tortillas”, pero (carajo, siempre tiene que haber un pero), existe un detalle que muchos pasan por alto: Monterrey tiene una historia, una tradición, un nombre, un pasado glorioso, al que le terminan dando en la torre con sus pobres argumentos.

¿Nos debemos conformar con poco cuando deberíamos aspirar a más?

¿Es que estamos condenados a vivir sin esperanza y a conformarnos con migajas?

No se trata de romper los sueños de nadie, cada quien sus aspiraciones y sí, es verdad, será el toro el que termine por decidir el rumbo de la historia, pero por increíble que parezca la mayoría de las personas que hoy opinan del tema lo hacen sin el necesario sustento de conocer los antecedentes y entonces la cimentación se vuelve frágil, endeble, sin fuerza. ¿Qué un tipo con casi 60 años puede intentar volver a ser novillero y buscar la alternativa? ¡Claro que puede! El punto es si tendrá el capital para conseguirlo, porque difícilmente encontrará empresas que lo cuelguen de los carteles y así tampoco logrará cumplir con los requisitos que marca la Asociación de Matadores para autorizar su doctorado. Pero de que se vale soñar, se vale soñar.

Lo criticable, amén de esas plumas iletradas y sin memoria, es la actitud de algunos “taurinos”, de esos que “taurinean”, que sin pudor ni recato se meten un peso a la bolsa sin importarles el daño que le hacen al soñador, ni el daño que le hacen a la Fiesta, que les importa un comino la tradición de Monterrey y que simplemente buscan esquilmar al que se deje.

Hoy más que nunca la Fiesta en Monterrey ocupa de verdad, pero de verdad en todos los ámbitos. Menos improvisación y más entrega.

Y aunque se tenga hambre, es necesario refinar el paladar para saber distinguir lo bueno, lo regular y lo malo; saber comprender las diferencias, recordar el pasado para ponerlo como cota y rasero y no aceptar, de ninguna manera, menos de lo que merecemos y estamos acostumbrados, porque conformarnos con menos es, precisa y justamente, lo que nos tiene en este estado.