Paco Tijerina
“Hipocresía,
morir de sed bebiendo tanta agua,
morir de amor fingiendo estar alegre,
queriendo amar y estar indiferente,
indiferente…”
Hay cosas que sinceramente me revientan del ambiente taurino, una de ellas es la hipocresía.
Hoy, ante el percance sufrido por la matadora de toros Hilda Tenorio, las redes sociales se inundan en buenos deseos y aquello se llena de “#fuerzaHilda”, lo cual se agradece, pero…
¿Y antes? ¿Y todo ese tiempo que pasó en rehabilitación? ¿Y todos los meses en que no vio un pitón? ¿Y cuando se anunció para torear alguien le deseó suerte?
Hilda dejó la zona de confort de un trabajo estable y dentro de su área profesional por perseguir de nuevo su sueño. En un primer acercamiento las cosas no rodaron bien, falta natural de sitio y una decisión de aplicarse un vendaje que más que ayudar le terminó perjudicando.
Contados fueron los comentarios de apoyo y muchos menos, pero muchos menos, los apoyos reales de ganaderos o taurinos que le consiguieran u obsequiaran una becerra o un novillo para ponerse a punto.
¡Ah, pero eso sí!, tras la dramática cornada ahora resulta que todo el mundo le quiere y está pendiente de ella, que todos se interesan por su salud y su carrera.
No voy a cambiar el mundo ni el ambiente taurino con unas líneas, pero hoy quiero dejar constancia del sentimiento de rabia e impotencia por ver tanta hipocresía junta.
Cada quien en un acto de conciencia sabrá si la consigna le aplica o no, pero para un torero es igual o peor que una terrible cornada, el verte solo y sin apoyo y el aferrarte a un sueño sólo colgado de tu yo interno, sin más ayuda que tu propia determinación.
Hilda saldrá bien librada de esta como lo ha hecho de las anteriores, es una guerrera y los mensajes de aliento y buenos deseos se agradecen, pero más que unas líneas para dejarse ver en las redes sociales, valdría la pena preguntarnos, ¿qué seríamos capaces de hacer para impulsar los sueños de un torero?