Paco Tijerina
Luego del indulto del fin de semana anterior en la Plaza México, vuelven varios temas a la agenda de la tauromaquia que, les cuadre o no a los puristas, es evidente requiere de una profunda transformación a fin de adaptarse a los tiempos modernos y uno de ellos, tampoco tan moderno aunque sí necesario, es clarificar el tema de los indultos, ¿a quién se premia, al toro o al torero?
El espíritu del indulto es preservar la bravura de la res devolviéndole al campo a que continúe su herencia genética, pero también es interpretado como un triunfo del espada al que le toca en suerte y sí, algo hay de razón en ello, porque la buena lidia y el correcto entendimiento de sus condiciones provocará que, como dicen los taurinos, termine “rompiendo a bueno” y entregue en la lidia sus mejores características.
Pero, ¿cuántas veces toros extraordinarios terminan muriendo con más pena que gloria al caer en manos de espadas que no saben cómo o no pueden darles el tratamiento que requieren?
Personalmente he sido testigo en algunas ocasiones en que la bravura, entrega y calidad de un burel consigue el indulto, a pesar de la incapacidad manifiesta del torero que a él le tocó en suerte lo lidiara. ¿Es válida la gloria para quien no le pudo a un toro bravo? Por ello se supone que no se conceden trofeos simbólicos, porque el mérito el del toro.
En Monterrey hace muchos años un novillo fue tan bueno que el público exigió su indulto, pero cuando el espada pretendía dar la vuelta en plan triunfal, materialmente le obligó a “taparse” y lo dejó sin reconocimiento alguno.
Desde hace años he venido sosteniendo que se requiere modificar los Reglamentos Taurinos en México a fin de que en el caso de los indultos, el perdón de la vida del astado sea mérito del burel y que independientemente de ello haya o no concesión de trofeos simbólicos para el torero, en función de su nivel de participación en la creación de la obra de arte.
Así, cuando un torero construye con su sapiencia y manejo una faena que extrae lo mejor de un astado y gracias a ello se pide el indulto, es de justicia otorgarle las orejas y el rabo; como lo es, también, privarle de cualquier mérito si sólo ha sido la bravura, entrega y calidad del burel, los que consiguen el perdón, cargando con la vergüenza de haber sido superado por su enemigo.
Y hablando de…
También va siendo necesario poner orden en los biombos de todo el país unificando criterios en cuanto al uso de pañuelos para el desarrollo de la lidia.
¿Cuándo entenderán que el pañuelo verde no es para indultar un toro? ¡Es exactamente lo contrario, devolverlo a los corrales por no ser apto para la lidia! ¿Cuándo entenderán que el pañuelo verde no es para conceder un rabo?
Un pañuelo: una oreja; dos pañuelos: dos orejas; tres pañuelos: orejas y rabo. ¡Así de fácil!
¿Qué quiere que le den la vuelta al ruedo a los restos de un toro? Saque usted el pañuelo azul. ¿Qué quiere que le pongan banderillas negras? Saque usted el pañuelo rojo. ¿Qué quiere que devuelvan a un toro al corral? Saque usted el verde.
Hay mucho por hacer, pero bien haríamos por poner orden entre tanta “interpretación” errónea y extravagancias de nuestros jueces de plaza.