Paco Tijerina
Aunque dicen que “alabanza en boca propia es vituperio”, debo empezar por aclarar que la fama que tenemos los regiomontanos de ser “codos” (agarrados con el dinero), es sólo un mito, porque en realidad no es así.
Somos, sí, trabajadores, entrones, luchones, analíticos para las inversiones y calculadores para los negocios, aunque en ocasiones los cálculos nos salgan mal, pero eso no nos detiene para seguir soñando con hacer otro negocio u emprender una nueva empresa.
La historia taurina de Monterrey tiene más de un siglo y tuvo su era dorada a mediados del Siglo XX cuando tras el ascenso de Lorenzo Garza a las máximas alturas de la baraja nacional le siguió un puñado de enormes diestros que dieron fama, lustre y brillo a la torería regiomontana, destacando por supuesto Manolo Martínez y Eloy Cavazos, pero sin ser menos Raúl García, Fernando de la Peña o Roberto Ortiz “El Fotógrafo”.
El auge de esos grandes espadas alcanzó hasta los 90’s cuando todavía la cantera regia surtía los carteles de muchos ruedos en todo el país.
De siempre y en todo el mundo han existido Mecenas que apoyan económicamente a los toreros, sobre todo en sus inicios, aportando dinero para hacer empresa, adquirir astados, comprar avíos y cualquier otro menester.
Dentro de ese mecenazgo, aunque más orientado a un apoyo hacia la Fiesta, recordamos al famoso “Grupo de los Cien” que a mediados de los 70’s organizó un buen número de novilladas en la desaparecida Plaza de Toros Guadalupe.
Mi comentario de hoy no es una crítica, sino una simple reflexión.
No alcanzo a entender la motivación que impulsa a algunos aficionados regios “pudientes” a apoyar a toreros de otras latitudes y nunca, reitero y subrayo el NUNCA, haber hecho lo mismo por los de casa.
No seré yo quien hable mal de uno o varios aficionados que ya se nos adelantaron en el camino, pero que pecaron de brindar su ayuda económica y en especie a diestros de otros sitios del país, por su apellido o simplemente porque sí y de esta forma he sido testigo de la manera en que han pagado decenas de toros y novillos para ser lidiados a puerta cerrada o cómo se han organizado para cruzar el océano para ir a ver una sola tarde a un compatriota en España.
Por increíble que parezca la práctica sigue hasta nuestros días.
Y me pregunto, si aquí se hicieron aficionados, si saben de la historia de nuestra tierra, ¿por qué no también ayudar a uno o varios toreros locales? ¿Por qué ese malinchismo en el que de la nada se van de bruces por un muchacho que ni ocupa de su dinero?
Me dirán que su dinero es muy suyo y que ellos sabrán en que lo gastan o lo tiran y en eso tienen razón, pero me parece sumamente egoísta y protagónico su mecenazgo, además de una falta de compromiso y convicción con la Fiesta y su tierra.
Es necesario el contar con toreros de la tierra que mantengan viva la pasión e interés por la Fiesta y la ayuda de estos personajes sería un fuerte impulso en sus carreras, pero ellos no lo ven así.
Allá ellos y sus conciencias, porque tienen el suficiente parné para irse a ver toros a la Conchinchina y también a Tingüindín, pero un día, bien lo sé, extrañarán la Fiesta en casa y tal vez se pregunten, ¿por qué no ayudé a los de aquí?