Paco Tijerina
Con frecuencia me preguntan el por qué de mis afanes por recuperar imágenes captadas por fotógrafos de antaño.
Puedo dar una y mil razones y motivos sobre la importancia que tiene esta labor que, para mi desgracia, he comprendido y emprendido tal vez demasiado tarde, aunque bueno, dicen por ahí que nunca es tarde.
La vida me ha permitido ver enormes transformaciones en materia de tecnología y disfrutar de los avances a cada paso.
En la TV operé cámaras de blanco y negro y máquinas de video-tape de ¼ de pulgada en reel abierto y de dos pulgadas, cuando para los reportes de noticias los camarógrafos cargaban película de 16 milímetros, para después pasar al ¾ y una pulgada; me tocó vivir el nacimiento de las videocaseteras caseras con el Betamax y después el VHS, los nuevos formatos como el Betacam profesional y el inicio de los digitales hasta llegar a nuestros días.
En la fotografía me sucedió más o menos lo mismo. Comencé con el blanco y negro y después el negativo a color, en aquellos oscuros cuartos de revelado con una lámpara roja y después la revolución de la transparencia. Tuve una Mavica, de las primeras cámaras digitales que existieron y así he ido de la mano con el nacimiento de nuevos equipos.
Supe de la impresión con linotipos y empecé tecleando en máquinas de escribir manuales para después tener eléctricas y pasar a los procesadores de textos, antes de que llegara la revolución de las computadoras. Una Mac en blanco y negro fue mi primer equipo.
Pues bien, soy como buena parte de los fotógrafos algo desordenado con mis archivos; el tiempo y los años me han enseñado el valor de los recuerdos y la importancia de mantener un control. Por otra parte, siempre he sido consciente de que los viejos formatos de papel, película y video, son perecederos y algún día por efecto del tiempo y sus componentes desaparecerán, por lo que aprovechando las ventajas de la era digital es preciso transportarlos a nuevos métodos de conservación que nos brinden la posibilidad de que sean admirados por las nuevas generaciones.
Por mis manos han pasado en distintas épocas muchísimas fotografías, películas y videos de grandes maestros. Lamento, lo digo con muchísima pena, no haber tenido la inteligencia de conservarles.
Esta afición por preservar fotos taurinas nace de un día en que publicamos una serie de imágenes del maestro Rafael Antillón, que en esos tiempos tenía poco de haber fallecido. Uno de sus hijos me buscó para agradecer la publicación en el naciente Internet y me obsequió una caja completa llena de negativos. Durante años me dediqué a buscar una forma de digitalizarlos para sacarles el máximo provecho, hasta que la encontré.
En esas andaba cuando Edgar “Gary” Torres comenzó a hacer una labor titánica al digitalizar viejos archivos de Manolo Saucedo, invirtiendo tiempo y dinero y así empezaron a surgir fotos del recuerdo de grandes momentos de la Fiesta en Monterrey.
He tenido acceso al acervo que la familia de Guillermo Escobar entregó en donación a la Fototeca del Estado, uno de los archivos mejor organizados que he conocido, sin embargo por ser patrimonio público, su consulta y posible utilización está llena de restricciones.
Y lo que un día comenzó con una caja de negativos de Antillón se ha convertido en una cruzada, en buscar más y más archivos, en preguntar e indagar para saber en dónde y quién tiene más materiales para seguir transfiriendo, para encontrar tesoros que si no los rescatamos se perderán para siempre.
Por otra parte es necesario decir que por cuestiones de espacio y tiempo son contadas las imágenes que alcanzan a ver la luz pública. Aún los viejos maestros con sus restricciones de formato y costos, publicaban sólo algunas imágenes y la mayor parte de las que captaban se quedaban en el negativo. Hoy cuando el formato digital permite tomar muchísimas más, el problema persiste y como mucho en promedio se publica el cinco por ciento de todo lo que se dispara.
Pero no basta con sólo tener las imágenes en nuevos formatos, es necesario también conocer y escribir la historia de cada foto, de cada personaje, de cada plaza, de cada tiempo. Hacerlo, créamelo, es apasionante.
¿Por qué insisto en buscar fotos viejas? Porque cada vez me convenzo más del enorme trabajo realizado por los maestros, porque creo que alguien tiene que empezar y porque en cierto modo también es una forma de trascender.