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EL FUNDÓN / PRECLARO ESPLÁ

EL FUNDÓN / PRECLARO ESPLÁ

Paco Tijerina

Preclaro Esplá en su recuerdo a Joselito “El Gallo”, una lección de cómo debería ser la industria taurina de nuestro tiempo, dictada un siglo atrás.

Luis Francisco ha estado como siempre, en maestro y la entrevista-homenaje a el menor de los “Gallos” de Federico Arnás en Tendido Cero, una delicia.

El Maestro (con mayúsculas por favor) Esplá, evoca la figura de un superdotado, un hombre con una visión única, adelantado a su tiempo, que piensa en el bien de la Fiesta por encima del interés personal.

Por eso dice: “(Joselito) quiere dominar el toreo para que la gente lo entienda como él lo concibe… abaratar, vivía ofuscado por las plazas monumentales… todo el mundo tiene derecho a verme, vivía obsesionado con su profesión y quería hacer trascender todo aquello, ese concepto y aquello creo que es la ética joselitista que luego la refrenda en el ruedo con el toro, pero hay una ética más profunda que es esta, la de querer dominar el toreo no para hacer un toreo a su medida, sino para convertir el toreo en una expresión universal”.

¡Cuánta falta hace un Joselito en nuestro tiempo! Alguien que haga entender a empresarios, ganaderos y toreros que lo importante hoy es la supervivencia de la Fiesta y no el matar a porrazos a la “gallina de los huevos de oro”.

Tuvo que llegar la pandemia del coronavirus para marcar un alto y hoy, aquí, lo importante es que este parón los haga reflexionar sobre el futuro, que entiendan que cuando regresen no podrán volver a recuperar lo perdido, sino a abonar al futuro, a recuperar, sí, el terreno perdido, a hacer que los públicos vuelvan a las plazas, porque de otra manera estamos fritos.

Importante también la lección que Esplá nos deja de la visión de Joselito: “Él (Joselito) pensaba siempre en el gusto del público y el gusto del público era que fuesen de José pero sin excluir a todos aquellos que eran capaces de competir con él”.

Esto es, que las figuras no están ahí para excluir a nadie y mucho menos para imponer toreritos “cómodos” que sirvan de comparsa, sino para impulsar a otros de su mismo nivel para guerrear en el ruedo, dando más relevancia a sus triunfos.

Sin desperdicio el trozo en el que Luis Francisco habla en el imaginario: “Si hubiésemos visto a Joselito de empresario yo creo que hubiese cambiado completamente el destino del toreo. (Hubiese ido) a popularizar el toreo, a hacerlo más económico, más económico para que pudiesen acceder todos los bolsillos… él lo demostró con el ejemplo, socorriendo a empresarios, ayudando a matadores”.

Por eso la obsesión de que se construyesen monumentales, para que hubiese entradas accesibles para todos y más personas se interesaran por la Fiesta.

“Pero sobre todo yo estoy convencido de que Joselito con ese concepto ético que tenía de elevar el espectáculo, de acercarlo a todo el mundo y crear plazas monumentales y que todo el mundo pudiese disfrutar, hubiese cambiado el concepto empresarial de la época, no estaríamos como estamos en este momento porque las inercias de Joselito hubiesen durado por lo menos hasta mitad del siglo pasado”.

Toda proporción guardada, pero no hace mucho alguien compartía esa visión y esa vocación, desde la empresa, la ganadería y la promoción buscando figuras y, tristemente, hay quienes lo acusan de mil y un tragedias de nuestra Fiesta: Manolo Martínez.

Ayudó toreros, impulso novilleros como nadie en los últimos tiempos dándoles festejos sin cobrarles un centavo y en los que era capaz de regalar varios astados con el único fin de que hubiese un triunfador y que el público que había acudido a la Plaza Cuauhtémoc, su plaza, saliese contento.

No le importó en su sueño dejar ir buena parte de su fortuna y más de su ganadería, porque tenía la convicción de una fiesta universal, de crear ídolos y aunque la vida se lo impidió, sí que pudo formar y forjar a la última camada de toreros importantes que ha dado nuestro país.

Queda aquí la lección de Joselito, evocada por Esplá, de la enorme necesidad de abaratar la Fiesta, de hacerla más accesible, pero también la de exigir a las figuras que se dejen de historias y cumplan con su misión ética e histórica de enfrentarse a compañeros de su mismo nivel y torear todo tipo de encastes, en pocas palabras, de escuchar a los públicos.

Conceptos sabios de hace más de un siglo que hoy, mantienen su vigencia y ante la crisis mundial refrendan la necesidad de una nueva normalidad en la Fiesta.