Paco Tijerina
Rafael Herrerías dijo un día: “¿Quieres saber quién es mas malagradecido que un torero? ¡Otro torero! La frase aplica también a los taurinos.
Aclaremos, los aficionados son eso, aficionados, mientras que por “taurinos” entendemos a las personas que dentro de este ambiente se dedican a “taurinear”, es decir a engañar, robar, esquilmar, transar y aprovecharse de cuanta persona se cruza en su camino, ya por necesidad, por deporte o por pura vocación.
Y es que la verdad, hacer negocios del toro está difícil en nuestro tiempo, pero hay quienes no saben hacer otra cosa que eso, disfrazando su “modus vivendi” de “afición” y cual “Atila” van sembrando destrucción y negras historias a su paso.
Están en todas partes, en cualquier lugar en donde haya toros existen también los taurinos, casi todos simpáticos, cautivadores, de fácil verbo y mejor imaginación para diseñar increíbles formas de sacar ventajas. Muchos de ellos, me consta, no planean las cosas con la intención de joder al prójimo, pero en sus “cuentas alegres” siempre algo falla y terminan encontrando quién pague los platos rotos.
Cualquiera pensaría que los taurinos son personas que viven al día, a salto de mata, pero no siempre es así, porque cuando amarran un negocio en grande, se dan vida de millonarios y la mayor parte de las veces son compartidos con quienes les rodean. “Easy come, easy go”, el dinero que les llega fácil se les va de las manos igual… y vuelta a empezar.
Pero no, peor que los taurinos que hacen sus negocios pensando en “pegarle al gordo” en un solo golpe de suerte, son aquellos que teniendo solvencia y capacidad económica de sobra, hacen sus barbaries por el simple gusto de chingar al prójimo, sintiéndose más inteligentes o poderosos. Esos también abundan y la mayor parte de las veces son como cometas que tienen un fugaz paso por la Fiesta, eso sí ataviados de grandes galas y con una corte de aduladores, llamándose “empresarios”, “ganaderos” o “apoderados” y sintiéndose más conocedores que Cossío, más empresa que Gaona, más ganaderos que don Javier y más apoderados que “El Pipo”… tristemente a lo largo de 40 años he conocido a muchos así, que después de un rato se apagan y se van, por mucho dinero que traigan en las alforjas.
Y es una pena, porque los primeros, los “taurinos pobres” poseen una gran inteligencia que puesta al servicio de la fiesta tendría enormes resultados, mientras que los segundos tienen capacidad económica, pero su ego y afán protagónico los termina sepultando. Lo más simpático de todo es que en muchísimas ocasiones unos y otros forman un tándem muy interesante en el que ambas partes intentan picarse los ojos.
Traigo entre pecho y espalda la historia de un taurino que desde hace rato intenta verme la cara de tarugo en un asunto que, mire cómo son las cosas, primero me pidió le ayudase para resolver, pero del que no termina de cumplir con la parte a la que se comprometió. No es un asunto de pesos y centavos, es un asunto de honor, de palabra, de cumplir pactos, en un enredo en el que me metí por ayudar a los amigos y del que cada vez siento más pena y me provoca mayor mal sabor de boca.
Si vi pasar al Halley, a este cometa también puedo esperarlo a que se le termine su luz.