Paco Tijerina
Lo de hoy en Madrid más que el premio a dos orejas cortadas, es el reconocimiento a un concepto del toreo, el concepto de Enrique Ponce.
Un «modus» que ha sido forjado durante largos años, en el que se combinan la técnica y el oficio con una depuradísima estética.
Enrique Ponce acompaña como nadie, desde hace mucho, con la cintura girando el torso al ritmo de su muleta.
Pero no sólo eso, rompe paradigmas y cánones, Ponce «codillea», al tiempo que -pareciera una contradicción- con su mágica muñeca alarga el viaje del toro para despedirle al final de la tela; el Maestro termina los trazos «hacia adentro», detrás de la cadera y muy en corto, y no se recuesta ni rompe la cintura, siempre vertical.
¿Y entonces cómo repone entre pase y pase?
Ahí radica el secreto del concepto poncista, en esa magia de su «difícil facilidad», de hacer parecer sencillo lo que en realidad engloba toda una teoría y forma del toreo que le ha permitido ser y estar a lo largo de todos estos años.
¡Enhorabuena Maestro!