Paco Tijerina
Bien lo decía el Maestro Rafael: «Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible».
Y es que pretender ejecutar el toreo y crear obras de arte con esa materia prima equivale a tratar de hacer esculturas con terrones de azúcar.
Vaya, uno entiende que sería imposible que todos los toros que saltaran a la arena fuesen extraordinarios, pero es lógico pensar que en cada encierro haya uno o dos que destaquen.
Y no, el descastamiento ha sido el común denominador junto con la falta de fuerza; la sosería y la mansedumbre en toda la feria y eso, necesariamente, tiene un efecto en el público que se aburre, bosteza, se distrae, le resta mérito a los toreros y va perdiendo interés.
Lo que sucede en el ciclo isidril debe ser una alerta, una fuerte llamada de atención para todos los involucrados: ganaderos, empresa, veedores, toreros, apoderados… algo está mal y hay que ponerse a trabajar, en serio y con urgencia, para remediar el mal, antes de que sea, entonces sí, verdaderamente imposible.